¡Nuestro gran desafío!

¡Nuestro gran desafío!

¡No gastemos más energías analizando los errores de la convocatoria frustrada a otra huelga general, que de haberse mantenido hubiera enterrado los éxitos de las pasadas luchas. Tampoco gastemos energías disecando las últimas ofertas electorales, una de las cuales está a punto de «quemar» lo que pudo haber sido un «referente progresista dentro del PRD».

¡Pongámosle atención a las señales que a diario nos alertan acerca de por cuáles caminos conducir la resistencia nacional!

¡Un ejemplo: «La Asociación de Industrias Farmacéuticas Dominicanas denunció obstáculos al sector privado para la tercera ronda de negociaciones con miras al TLC con Estados Unidos, las cuales tendrían su origen dentro del equipo negociador oficial.

«La directora ejecutiva de la entidad, Leila Mejía Roldán, reveló que tiene informes de que tiene informes de que las negociaciones se realizarán en el Hotel Hamilton Crowne Plaza, lugar de donde les fueron canceladas las reservaciones porque se requiere de una autorización de la embajada dominicana en Washington para admitirlos» (Listín Diario).

O sea, la industria farmacéutica nacional denuncia que los negociadores dominicanos, agentes de intereses extranjeros, son los que los boicotean. Estas señales, que aparecen por todas partes, son parte de las municiones que nos permitirían ir avanzando hacia una propuesta nacional, basada en la convergencia de una amplia gama de sectores nacionales (consumidores y productores) perjudicados por el modelo impuesto.

Hubo una época en que la izquierda, y en especial la izquierda marxista, marcaba el paso en el análisis de la sociedad dominicana: su pasado, presente y porvenir. En que los intelectuales salidos de la izquierda, marxista y cristiana, y del nacionalismo avanzado, monopolizaban el debate teórico y político. La derecha, y todos los elementos conservadores y pronorteamericanos, se escudaban en un tal Balaguer, que no sólo los representaba ética y políticamente sino que este se encargaba de realizar la labor de profilaxis (crímenes) y conformación del nuevo Bloque de Poder.

Pero resulta que desde mediados de los 80s, la mediocridad se apoderó del movimiento, las luchas fueron empujadas a un despeñadero y la desesperanza ocupó el espacio de la praxis política (teoría y acción), y del optimismo, y un ejército de «ex» empezó a entonar y bailar los ritmos que venían de Washington y de las oficinas de los «dueños nacionales del país». Los intelectuales orgánicos del neoliberalismo, que hasta ese momento se encontraban vergonzosamente agazapados, empezaron a mostrar su prepotencia y confianza, y los «enganchados» en la fiesta, provenientes del movimiento social y de izquierda, se subordinaron a la música impuesta desde Washington.

Con sólo mencionar dos o tres nombres podríamos ilustrar esa tragedia nacional. Pero ese no es el objetivo de este trabajo. Quiero consignar que hubo una época en la que la izquierda marxista y cristiana y todos los intelectuales progresistas dominaban el debate en la Academia y en las calles y que la desesperanza no había hecho su aparición.

Más de viente años de reinado de la contrarrevolución, del «cambio de chaqueta» y de incapacidad, nos han hundido en este lodazal que domina hoy el panorama.

Pero resulta que el Modelo y todo lo que los sectores hegemónicos de las clases gobernantes y el ejército de «ex» han construido, con la idea fija de que era «eterno», se está viniendo abajo. No son Hipólito, ni Leonel, ni Eduardo los culpables. Ellos son los peluches que están en el mostrador para que nosotros, el pueblo, le tiremos las pelotas. Pero los verdaderos culpables son el Modelo y los sectores hegemónicos dominantes.

Y todos estos jueguitos de Huelga General para «Qué Hipólito renuncie ya», y todos los demás errores, repetidos por más de dos décadas, están distrayendo las grandes energías latentes en los sectores populares, las clases medias y los productores nacionales.

Los y las que hoy expresamos la continuidad del pensamiento y acción de Juan Pablo Duarte, Luperón, Manolo, Fernández Domínguez y Caamaño, tenemos que hacer un esfuerzo ciclópeo para volver a incidir en el debate y en la acción de futuro, como lo supimos hacer en el pasado. Nuestra verdad debe ser tan contundente que el enemigo no tenga más remedio que intentar invalidarla, poniendo en su lugar «las verdades del neoliberalismo», que es la que defienden los intelectuales del sistema y el inmenso ejército de «ex».

¡El momento es de construir una alternativa al desastre actual! Y la raíz de ese desastre no está en los gobernantes «de turno» sino en el Modelo que estos gobernantes representan y defienden.

¡Tenemos que concentrarnos en las verdaderas tareas del movimiento! ¡Existe un gran desafío teórico y político y una gran oportunidad! ¡Vamos a asumirlo de verdad!

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