El país es una isla. Así ha sido por los siglos de los siglos. Además, el Decreto No. 323-12 estableció el Reglamento de Aplicación de la Ley No. 66-07 que declaró a la República Dominicana como Estado Archipielágico. En consecuencia, geo-económicamente, vivimos de cara al mar aunque estemos en el área mediterránea del Cibao. Ineludiblemente el mar nos tiene que resultar de impacto estratégico en cualquier plan real de desarrollo. Es difícil imaginar que avancemos por el camino del progreso sin que explotemos el potencial que nos brinda el mar que nos rodea. Mar para nosotros tiene que ser mucho más que turismo. Está bien, muy bien, todo lo que hagamos racionalmente para elevar el peso del turismo en nuestra economía, pero tenemos que mirar las demás opciones.
Mucho se habla y se ha pensado certeramente y con lógica de convertir al país en un centro regional logístico para la distribución de carga y descarga del comercio regional. Ciertamente, existen las condiciones geográficas excelentes para ello y nos hemos ido dotando de una infraestructura portuaria de avanzada y eficiente. Nada ha trascendido que se avance en dotarnos de la flota marítima imprescindible para alcanzar aquel objetivo. Al menos en principio tenemos necesariamente que avanzar, posiblemente mediante una alianza público-privada, en crear una flotilla con la capacidad suficiente para dar servicio comercial de flete para el servicio comercial de exportación requerido en los pequeños estados que nos circundan de manera que desde aquí, en naves comerciales de mayor tamaño se lleve a sus puertos de destino en Norteamérica y Europa. Sus importaciones se traerían igualmente aquí y, en “nuestros buques” de servicio de cabotaje, se distribuirían a sus destinos definitivos caribeños.
Lógicamente, ello conlleva una inversión integral en tierra para conectar vía ferroviaria conectando los servicios portuarios de la costa sur con los del norte, pendiente aún llevar a un nivel óptimo las condiciones naturales excepcionales de Manzanillo.
No menos relevante para una política de desarrollo que tenga en cuenta nuestra condición de isla y el potencial en recursos marinos que nos rodea es dotarnos de una industria pesquera. En el país ha ido aumentando el consumo de productos marinos – que posiblemente se incremente con el alerta enviado por la Organización Mundial de la Salud – pero la pesca sigue siendo prácticamente artesanal. Hay que crear una flota pesquera que permita una explotación intensiva, racional, de los recursos del mar que conlleve un proceso industrial que le agregue valor.
Sí, el mar tiene que insertarse en una visión estratégica de desarrollo.
Al menos, por el momento, tenemos una parte de la capacidad portuaria eficiente requerida; una visión de lo que se puede hacer de gran impacto nacional y regional; desde hace varios años se creó el puesto –no sé si está ocupado – de Director General de Marina Mercante; parece que se oficializó que el 27 de octubre es el Día de la Marina Mercante sólo nos está faltando crear la marina y dotarla de barcos.