A medidas que el país ha ido creciendo numéricamente y se desarrolla en algunos aspectos, igual han ido creciendo las influencias que no pretendo calificar, pero que de alguna manera marcan la educación y la formación en sentido general. Porque las influencias negativas están superando las positivas. Y no me refiero necesariamente a la educación básica que se imparte en las escuelas, sino a la se recibe en casi todas las esferas.
Nadie niega que se haya hecho esfuerzo, pero hay una evidente deficiencia arrastrada en formación cívica para dotar a los hombres y mujeres de toda una conciencia nacional. En la que cada ciudadano sepa sus deberes y derechos.
Organismos oficiales, algunas instituciones privadas y medios de comunicación, sin negar otros sectores, en ocasiones dan señales de preocupación por esas deficiencias y por las influencias negativas que pretenden arropar la sociedad. Pero no se han hecho los esfuerzos suficientes hacia el objetivo de la creación de una grande y fuerte conciencia cívica. De dominicanidad. De valores fundamentales que tanto en derechos como en deberes constituyan la base primordial sobre la que debe descansar nuestro desarrollo y crecimiento.
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Porque lamentablemente el país se ha dividido en partes. Cada una cree que el país le pertenece. Cada una se ha ido desarrollando según sus posibilidades. Cada una ha creado su propia sociedad, su propio estatus. Por eso se puede decir que somos islas dentro de un mismo continente.
Los pequeños numéricamente, pero con influencias en casi todos los demás grupos que conforman la sociedad. Con algunas personas preocupadas por los problemas nacionales, pero con tendencia a desarraigarse del país e interesarse más en el mundo exterior, las cosas económicas y de poder.
Otros más grandes, pero con muchos integrantes que aspiran a ser igual que los anteriores. Sin los medios económicos suficientes, pero se esfuerzan por imitarlos. Con más personas consciente, pero con un porcentaje de indiferencia igual al anterior. Los constituidos por profesionales, técnicos, comerciantes, artistas, etc., con pretensiones, algunos, que van más allá de sus posibilidades. De toda forma, buena parte de ellos preocupada por la debilidad en la formación cívica.
Y otros del tamaño de los tres anteriores juntos. Gente con acceso a las cosas esenciales, aunque la mayoría solo a las de subsistencia. Muchos sin haber podido lograr la educación básica. Y como consecuencia, frágil a las influencias negativas. Sin embargo, es el sector más arraigado a nuestras costumbres y tradiciones.
Preocupa la timidez en la formación cívica. La nación requiere que sus mejores hombres y mujeres con capacidad e influencia, le dediquen mayor tiempo a combatir la penetración de ideas y costumbres que alejan una gran parte del país de sus normas y valores fundamentales dentro del marco de los principios de la ética y la moral. Es decir, de la formación cívica.
Se requieren jornadas nacionales de movilización y concientización sin cuartel. Mayores que las que se realizan en los periodos electorales. Las que realizan las empresas productoras de bebidas alcohólicas, bancas de apuestas y muchas otras actividades, incluyendo los denominados músicos urbanos y otros fenómenos populares ahora en forma de mantequilla.