Antes de que el primer hombre fuera creado, ¿qué estaba haciendo Dios? En la tierra ya había traído a existencia lo que Adán y Eva encontraron en el huerto del Edén.
En la esfera celestial y en el espacio ya había todo un universo poblado de seres espirituales.
Lo mismo pasó cuando usted y yo vinimos a este planeta. Lo que ocurrió fue que entramos y nos incorporarnos a la gran obra del Omnipotente.
Con nosotros nada empieza y nada termina. Un día de nuestro nombre, de lo que fuimos y tuvimos no se tendrá ni memoria, pero el Eterno continuará controlando todo.
Esa es la razón por la cual no debemos contaminar este hábitat con actitudes egoístas, ambiciosas e insanas durante nuestro paso.
Hay que evitar dañar la visión divina manipulando las cosas para que funcionen conforme a nuestras intenciones. Por su gracia estamos aquí y debemos hacer y dar lo mejor.
Que prime el interés del Altísimo por encima de nuestros deseos.
Es penoso ver cómo hay quienes entran en este universo y empiezan a dañarlo con su maldad, corrupción, injusticia, apetencias, vicios, odio, violencia y falta de apego a valores sanos.
¿No es una locura desear que todo gire a nuestro alrededor?
El día menos pensado nuestra función acabará. La Biblia dice que somos como la flor del campo, que hoy es y mañana, ya no es.
Trabajemos en armonía con el Creador. Hagamos de su universo un lugar de paz, amor, comprensión y solidaridad el uno para con el otro.
Obremos de tal modo que nuestro paso por este planeta resulte en algo positivo.
No contaminemos el ambiente, seamos solidarios y maestros del bien.
Plantemos un árbol, pues, tras nuestra partida, dará sombra y alimento a los demás.