La población de personas de más de 60 años es tan diversa como las experiencias que les llevaron a esa edad. Debido al aumento de la esperanza de vida y las bajas tasas de natalidad nuestras sociedades envejecen de manera acelerada haciendo necesario entender todo lo que implica envejecer principalmente en este contexto de pandemia.
Vivimos en el Decenio del Envejecimiento Saludable (2020-2030) y el COVID solo ha evidenciado y profundizado la necesidad de cambios estructurales profundos que deben hacer nuestros sistemas, los servicios y nosotros mismos como sociedad en general para poder entender y responder de manera eficiente a las necesidades de nuestros mayores.
Uno de cada cuatro latinoamericanos será mayor de 60 años en 2050 y a los que una vez fueron jóvenes, y que hoy ya no lo son, les cuesta entender a las nuevas generaciones. La desconexión intergeneracional es evidente, el desarrollo tecnológico la profundiza y vivir en una sociedad en donde por un lado se ensalza a la juventud (por el potencial desarrollo económico) y que al mismo tiempo la crítica fuertemente por los cambios que promueven (especialmente culturales) nos deja un terreno poco fértil y muy hostil para poder desarrollar y cultivar relaciones de respeto y admiración mutuas.
Lo esencial será siempre evitar los extremos, evitar la criticidad sin argumentos. Debemos hacernos cargo -como adultos – de la sociedad que dejamos a las nuevas generaciones y modelar – el cuidado a nuestros viejitos – a la disposición de quienes van creciendo- compartir con nuestros niños, adolescentes y jóvenes lo bueno y lo no tan bueno- sin pretensiones y con mucha humildad. Los jóvenes de hoy fueron los niños de ayer y ese es el tiempo idóneo para inculcar en ellos valores tan importante como el respeto, la empatía, la bondad, la dignidad.
Las generaciones tienen que diferenciarse una de las otras y eso no es malo, es necesario. Ni los jóvenes son como se cree que son ni los mayores eran como piensan que eran.