Guillermo Caram entiende que en la República Dominicana se debe hacer una economía más balanceada y que para que la nación esté "blindada" económicamente se necesita de la producción.
Cómo equilibrar los desequilibrios imperantes y previsibles
Las elecciones del pasado 5/Jul testimoniaron contradictorios desequilibrios político-partidarios que pueden afectar nuestra democracia: Mientras 92% se agruparon en partidos derivados directa o indirectamente del liderazgo boschista; otro grupo constituía 4%, incluyendo derivados de Balaguer identificado como el político contemporáneo más admirado por encuesta Gallup/2013 y quien había advertido que “la democracia dominicana es mejor con un reformismo fuerte”.
Independientemente de que candidato presidencial apoyaran coyunturalmente partidos sucesores de Bosch en sus diversas mutabilidades conceptuales -izquierda democrática, socialdemocracia, dictadura con apoyo popular, liberacionismo con praxis liberales- alcanzaron 23 veces los votos de otros partidos incluido el fundado por el tenido como maestro del equilibrio: Balaguer.
Se incluyen dentro del 92% el facturador original de la socialdemocracia con su eufemística “izquierda democrática”(PRD), su desprendimiento PLDista, liberacionista liberal y la reciente división observada con la FP. Sumárosle partidos minoritarios desprendidos de éstos o que confiesan su adhesión socialdemócrata: ASD, BIS, PRI; incluyendo PPC a pesar de su denominación cristiana.
A contrapelo, el grupo constituyente del 4%, incluyendo PRSC al que le sumamos, por sus posiciones políticas o confesiones denominativas, votos alcanzados por FNP, PQDC, PHD, DxC.
Muchos podrán invalidar estos comentarios ante el agotamiento contemporáneo de esquemas doctrinarios. Si bien es cierto que hoy en día no hay sistemas políticos químicamente puros en términos doctrinarios, no es menos cierta su notoria influencia en las praxis gubernamentales.
Bastaría constatar las diferencias entre gobiernos administrados por uno u otro de los grupos.
Cuando han gobernado partidos componentes del 92%, las políticas públicas se han inscrito en la expansión del gasto, economía liderada por el Estado incluso induciendo improductivamente la demanda, dependencia al endeudamiento, atención urbana en detrimento rural, laxitud ante fronteras geográficas y económicas, flojedad ambiental, pereza ante la identidad nacional y liberalidad al enfocar valores fundamentales de nuestra sociedad.
Los gobiernos regidos por componentes del otro grupo se han caracterizado por autorizar el gasto, disciplinar fiscalidad, imponer autoridad y orden, endeudamiento comedido, confianza y estímulo en la iniciativa particular, celo con nuestras fronteras, preocupación ecológica, distinción de lo agrario-rural, conservación de identidad y valores nacionales.
Muchos pudieran considerar exageradamente temprano abordar desde ahora estos desequilibrios.
Pero se justifica por la magnitud del desequilibrio evidenciada en las pasadas elecciones, gravedad de la crisis que vivimos y riesgo de caer en el vacío ante eventuales frustraciones visualizables por el arribo, mañana, de la mitad de 100 días de gobierno.
Y en la necesidad de explicarse porque han predominado electoralmente desequilibrios ante procederes desequilibrados y desequilibrantes frente equilibrios determinados por la prudencia, moderación, realizaciones y ejecutorias.
Y en el que hacer para equilibrar los desequilibrios imperantes y previsibles.