Nuestros empresarios

Nuestros empresarios

Cinco lecturas me han llevado a pensar en el desempeño de nuestra clase empresarial como ente de desarrollo social: las declaraciones del presidente de la Fundación Brugal, a principios de octubre; la historia de la compañía norteamericana “Ben and Jerry’s”, fabricantes de helados; el proyecto de remodelación del área de Sans Soucí; un comentario del escritor Pérez Reverte y el homenaje de Vargas Llosa al empresario suizo Ernst Keller.

Ha sido una nefasta tradición la connivencia e interdependencia del poder político con el económico.

Los primeros parasitaban el dinero de los segundos y los segundos se aseguraban de no ser molestados por los primeros.

Formaron una pareja feliz, sin deberes más allá de la protección de sus intereses. Cuando se peleaban, sólo lo hacían hasta llegar al próximo acuerdo. Mientras tanto, el subdesarrollo campeando a sus anchas.

Las reglas del juego han cambiado. Y en el cambio llevaron la peor parte los empresarios, el capital sin pecados mortales. Ahora  los políticos exhiben independencia económica, tienen capitales propios generados  por la corrupción y por los financiamientos subterráneos de pecados mortales. Los empresarios están a la merced de los caprichos gubernamentales y de sus desaciertos.

El país, por el cual nunca hicieron grandes esfuerzos, se les viene deteriorando en sus narices y, como expresara el presidente de la Fundación Brugal: “ninguna empresa puede progresar en sociedades con grandes carencias y altos índices de delincuencias…” Sus negocios están en peligro, podrían, al buen decir de Pérez Reverte, “estar sentenciados, entre unos y otros, a ser un país sin tejido industrial ni empresarial, sin clase media, condenado al dinero negro…”

Ernst Keller, empleó gran parte de su vida  en desarrollar industrias en las zonas más paupérrimas de Latinoamérica.

 Invirtió  pensando en el progreso social. La empresa “Ben & Jerry’s”  provocó cambios relevantes en la  comunidad de Vermont, en el gobierno estatal y en el federal, sin menoscabo de sus ganancias. El 7.5 por ciento de sus beneficios los utilizan en obras de caridad.

¿Entenderán nuestros capitalistas del tercer mundo el peligro, el reto y el deber – que ya no pueden postergar, puesto que caerán víctimas de su propia indiferencia – de actuar de inmediato para fomentar el bienestar común?

 Las declaraciones del señor Báez Brugal, y la masiva inversión en la remodelación del puerto de Sans Soucí por un conglomerado financiero, al cual el país le ha facilitado una espléndida prosperidad, pueden estar anunciando  el nacimiento  de la inteligencia social del capital dominicano. ¡Ya era tiempo! 

Sus contribuciones tienen que estar acordes con sus riquezas. La época de las limosnas, de las intrascendentes ayudas a la educación y a la salud, de los pequeños orfelinatos y de los cariñosos regañitos al poder político debe de concluir o, tarde o temprano, Miami los esperara para mejorar su mercado inmobiliario.

Los líderes iluminados, con su parafernalia demagógica y sus doctrinas inoperantes de triste final garantizado, aguardan el fervor de las masas sin futuro.

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