Nuestros hijos: ¿Receptores de un legado de amor?

Nuestros hijos: ¿Receptores de un legado de amor?

MARLENE LLUBERES
El ser humano se relaciona dentro de la sociedad a la cual pertenece, logrando impactar de manera positiva o negativa a las personas que junto a él conviven. Al transcurrir del tiempo, desempeña oficios, elige profesiones y se traza metas, para lograrlas, en un mundo competitivo donde el hombre y la mujer se han visto compelidos a imbuirse en la búsqueda incesante del sustento del hogar y otros, a obtener mayores comodidades, se ha dejado a un lado la importancia de aquello que transmite a quien le rodea y de lo que enseña a sus hijos. Ellos son herencia de los padres y como tales recibirán nuestro legado, aquello por lo que trabajemos, sea esto malo, bueno o quizás aceptable en alguna de sus partes.

Sin opción alguna las personas que Dios coloca a nuestro lado y, de manera muy particular, nuestros hijos, serán receptoras de una herencia, social, emocional y espiritual.

Esto nos obliga a tomar la ineludible iniciativa de transmitir de manera intencional un legado a nuestros hijos porque, de lo contrario, la cultura lo impondrá según las normas y costumbres de la sociedad, las cuales, en la mayoría de los casos, distan mucho de lo que realmente quisiéramos que nuestros hijos recibieran. Sin dudas, para ser prosperados necesitan un medio emocional estable, creciendo en un ambiente de amor y seguridad.

Tristemente muchos de nosotros luchamos por vencer una deficiencia de un legado emocional recibido de nuestros padres, hechos difíciles de olvidar, frustraciones, decepciones, y dolor los cuales no deben ser llevados a los hijos, sino contrariamente es nuestra obligación proveerles una atmósfera de nutrición emocional positiva rodeada de paz y enseñanzas de amor.

Cultivemos confianza a través de la estabilidad, afirmemos en ellos una identidad positiva y edifiquemos un lugar de descanso para su alma, demostrémosle amor incondicional y promulguemos confianza a través del apoyo.

El respeto por ellos mismos y por los demás es un factor primordial que, junto a la responsabilidad y a las reglas dadas con amor, constituyen la clave para que estén listos para lanzarse a un mundo confundido y lejos de la verdad.

Aunque muchas veces ignorado el legado espiritual es de suma relevancia. Como seres espirituales debemos enseñarles la fe en Dios, con certeza mostrarles cómo creerle a El, a cada una de sus palabras y promesas.

Ante la incertidumbre, mostrémosle las verdades bíblicas, su consuelo en medio del dolor, su provisión en tiempo de escasez, su presencia en nuestro diario vivir.

Es indispensable permitir que influya de nosotros la mansedumbre, la humildad, el amor, la misericordia, la obediencia a Dios, la prudencia, la pureza de corazón, la perseverancia, la integridad.

Si estas virtudes son manifiestas en nuestras vidas, sin duda alguna transitaremos hacia el propósito mismo de nuestro creador.

Con la ayuda de Dios podemos transmitirles a nuestros hijos una herencia positiva porque Dios hace nuevas todas las cosas para quienes pueden creer.

Es necesario poseer la convicción de que Dios está a nuestro lado, instruyéndonos y equipándonos con todo lo necesario para, con sabiduría, levantar hombres y mujeres motivados a obtener significativos cambios en nuestra sociedad, dispuestos a ser diferentes y lograr así un mundo mejor que aquel que hasta hoy hemos conocido. Seamos para ellos el mejor modelo, si lo decidimos, podemos ser la diferencia.

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