Nuestros hijos: ¿un tesoro perdido…?

Nuestros hijos: ¿un tesoro perdido…?

MARLENE LLUBERES
Tratando de realizar una reflexión que para muchos es ya una problemática común y sin solución, nos surge la siguiente interrogante: ¿Son nuestros hijos el reflejo de una sociedad  cuyos valores se han perdido, o son el resultado del descuido y la desatención de unos padres imbuidos en la prisión del tiempo o del querer hacer y el querer tener?

En este tiempo, los jóvenes y adolescentes se han convertido en personas altivas, desafiantes, rebeldes, desobedientes y hasta insensibles, viviendo en un mundo lleno de mentiras,  donde la competencia, el sexo, el alcohol y el exhibicionismo imperan. 

Los pasatiempos edificantes, frecuentes en tiempos pasados, se han extinguido; discotecas, pasiones desordenadas, exceso de bebidas, que en algunos casos les han provocado la muerte, y  el incontrolable libertinaje, son actualmente el deleite perseguido a toda costa, sin importar el precio que haya que pagar para obtenerlo. Quienes intenten ser diferentes se exponen a la presión de grupo, la burla, la desaprobación y hasta el rechazo.

La  música, que  años atrás nos permitía recrear hermosos momentos, ahora busca transportar a los oyentes al éxtasis momentáneo abstrayéndolos  de la realidad, lo que acompañado de estupefacientes, los envuelve en el peligroso mundo de la inconciencia y el escape a la realidad. El consumismo los arropa, la gran influencia de los medios de comunicación y la publicidad que lamentablemente, en su gran mayoría, promueve los anti-valores,  los incita cada vez más a la competencia irracional y a la lucha por adquirir las mejores marcas, pues el poseerlas y exhibirlas  les proporciona identidad y una frágil seguridad frente a los demás.

Ante la imposibilidad de mantener un estilo de vida bajo estos estándares, se producen en sus vidas profundas tristezas, desánimo y depresiones. ¿Qué estamos haciendo los padres?  Muchos hemos enfocado nuestro rol en ser simple proveedores económicos y por la ardua labor del día a día, la dedicación desmedida al trabajo, unos para sobrevivir y otros en la búsqueda de mayor bienestar, nos hemos vuelto cómodos y permisivos. Con mucho pesar  observamos que se han creado dos núcleos paralelos, separados por un profundo abismo, donde el entendimiento y la comprensión, en la mayoría de los casos no existen.

Es tiempo de reaccionar, entender que sin la instrucción y el cuidado de los padres y las madres, la juventud, y por ende la nación, tienen un futuro incierto. Es en este tiempo, cuando todavía podemos restaurar las relaciones, entendiendo que son los padres los que deben atesorar para los hijos porque únicamente  con nuestro amor y comprensión podrán salir adelante. Son ellos quienes, en lo más profundo de su ser,  aun sin reconocerlo, necesitan a sus padres y anhelan poder compartir con ellos sus inquietudes, dudas y necesidades.

Jesús, siendo Dios, se acercó a los hombres y se hizo hombre para salvarlos. De la misma forma, el padre y la madre tienen que acercarse al hijo para salvarlo. Dios puede hacer volver el corazón de los padres hacia los hijos y el corazón de los hijos hacia los padres, pero es necesario, en este instante, establecer las estrategias para no perder la batalla. Pidamos a Dios cada día, al abrir nuestros ojos, sabiduría y dirección, que nos llene de su amor para poder guiarlos por el camino correcto, sin provocarlos a ira, sino criándolos en disciplina, mostrándonos amigos, aptos para entenderlos y ayudarlos, para compartir sus  alegrías y tristezas sin menospreciar aquello que para ellos es importante, aunque nos parezca irrelevante, descabellado, ilógico o absurdo.

Nunca dudemos que los hijos son regalo de Dios para que sobre ellos derramemos todo nuestro amor, atención, cuidado y protección y los formemos para ser seres humanos que contribuyan positivamente al desarrollo y desenvolvimiento de nuestra sociedad. Conozcamos cómo son y aprendamos a aceptarlos, llenemos sus soledades, saciemos sus dudas, dispongámonos a la intimidad. Llegará el día en que se nos pida cuenta sobre aquello que hicimos con cada uno de ellos… esforcémonos para poder dar buen informe a aquel que nos dio la mayordomía de estos preciosos tesoros: nuestros hijos.

m_lluberes@hotmail.com

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