Gris, es la denominación común de los colores acromáticos cuya luminosidad está comprendida entre la máxima (correspondiente al blanco) y la nula (correspondiente al negro), aunque se aplica especialmente a los de luminosidad media.
Este ha sido el color que por lo regular eligen las diferentes ligas de baloncesto para vestir a los encargados de impartir justicia en los partidos, los siempre maltratados y vilipendiados árbitros.
Hace unos días compartiendo con el colega y amigo de antaño Ricardo Rodríguez y en la conversación surgió el tema sobre cómo hemos sido testigos desde que comenzamos a seguir el baloncesto local, cualquier equipo que resulte perdedor en un encuentro (sin importar la categoría) culpa de manera inmediata y la mayoría de las veces muy inmerecida al arbitraje por haber mordido el polvo de la derrota, y crecemos con una animadversión hacia ellos infundada por fanáticos, entrenadores y hasta periodistas.
Para quien escribe estas líneas, existió una época en la que las quejas eran válidas, en un momento los jueces del tabloncillo tenían ciertas deficiencias, pero todos los envueltos en esta disciplina debemos reconocer de una vez y por todas que el arbitraje ha sido el aspecto que más ha crecido en nuestro deporte en los últimos veinte años.
Por ejemplo, ver a un árbitro dominicano en algún evento internacional en los años 80 y hasta mediados de los 90 era un acontecimiento que llamaba a la más alta incredulidad de los locales, nadie creía que un dominicano fuera a impartir justicia en canchas internacionales. Ahora es totalmente diferente! Leer columna completa en HOY Digital.