Nuestros muertos… ¡para algunos vivos! Parte 1 de 2- serie “Cementerios”

Nuestros muertos… ¡para algunos vivos! Parte 1 de 2- serie “Cementerios”

Píndaro, te presento a Marola, una tremenda amiga que me ha pedido empezar a viajar contigo en tus aventuras a partir de ahora…

“Ahhhh… Herminio… ¡Gracias por esta oportunidad!… Por fin estaré acompañado de una damaaaaaaa…. ¡Te voy a extrañar en estos chateos Hoy-rianos!…” dice, y de inmediato agrega: “¡Buenas, Marola… móntate en este cacharro!”

“¡Hola buenmozo!… Tengo una curiosidad muy grande… ¡Invítame a pasear por varios cementerios!”

“Diantre” – se espanta -… “¡que amigaza me han puesto al lado! …Ta’bien, vamos a dar un paseíto a ver qué encontramos… Ven… ¡móntate en mi BatiPíndaro!”

Y, así salen por la capital y llegan al Cementerio de la Máximo Gómez. Allí se encuentran con un grupo de gente que, bajo una sombra, conversan sobre la inmortalidad del cangrejo…

“Marola… ¡Bienvenida a un hogar de nuestros muertos que fue inaugurado en el 1942!”… le dice Píndaro a su nueva amiga…

Ella le dice: “¡Mira las oficinas… todavía tienen las palmitas del Jefe a la entrada! … ¡Qué vaina, todavía insistimos en recordarnos de esa jeringa!”

Píndaro se dirige entonces a un grupo de 38 sacrificados hombres… todos a la entrada con camisetas de igual color… los saluda y pregunta cuántos son… a lo que responden: “Somos más de 100, entre talladores de lápidas, albañiles, y rezadores… Pero, le informo que nosotros los talladores cobramos por cada letra de las palabras ordenadas… las lápidas son de cemento, granito o mármol, dependiendo del muerto…”.

Marola, que escucha aquello, mira por todos lados y señala que, justo detrás de unas tumbas, hay otras cinco personas sentadas… cada uno fumando tabaco… al parecer planificando un rezao para cuando les caiga el próximo entierro… Se acercan a ellos y “Buen día” – dice Marola-… “ustedes parece que se la buscan… ¿Qué es lo que hacen en realidad?”

Una dama responde resueltamente y le dice: “Mire hermana, nosotros somos rezadores profesionales… ¡no somos cristianos!… Somos católicos que vivimos de esto… Es nuestra profesión… Siempre se muere la gente… ¿O no es así?”…

Píndaro interrumpe: “¿Para trabajar en este cementerio no dizque hay que ser parte de un sindicato?”. A lo que ella le responde afirmativamente, y refiere que ellos tienen el apoyo de la administración, porque de eso viven…

Entonces, Marola cuestiona: “¿Y to’esos asaltos de los que hablan se cometen frecuentemente a los gente que no viene acompañada?”

Uno de los rezadores responde: “Los asaltos suceden dondequiera… ¡Hasta en tu propia casa!… Te atracan… ¿Y qué?… ¡Nosotros no somos policías para cuidar a la gente que viene a este cementerio! Si asaltan a alguien, nosotros no vemos nada”… Y, continúa diciendo: ”Aquí somos dos grupos de rezadores… los que hacemos el rezao y los que hacemos el responso… Esto funciona así… cuando viene un muerto, hacemos contacto con alguno de los familiares… Mire usted… mientras en los campos se tocan los palos, matan una vaca, o funcionan los Ga Gas, nosotros aquí hacemos una Hora Santa y sólo cobramos 500 pesos… El responso puede ser de liberación… o de levantamiento…”. En eso, otro interrumpe y comenta: “Yo tengo 40 años haciendo horas santas…”.

Píndaro, que ve el tamaño de los cigarros en las bocas de ellos, pregunta: “¿Y ustedes, los rezadores, siempre fuman esos túbanos tan grandes?”…

Y uno de ellos responde: “Estos sueltan un humo más fuerte que los que usan ahí afuera en la calle… Eso nos ayuda, además, a dar los números que van con los sueños de los muertos a los que les rezamos…”. Y agrega: “Mire, cada vivo viene con su luz cuando nace… Uté, por ejemplo, tiene la luz de San Miguel y a la otra le veo detrás la luz de Candelo”… En eso se para de sopetón y exclama: “Nos vemos después… ahora tenemos que cuadrar un responso”…

Mientras el rezador hablaba, Marola fijó su mirada en el deplorable estado de las tumbas que le rodeaban… Le ha parecido que los dueños vivos nunca vuelven a hacerse cargo de mantener las tumbas de sus parientes… Muchas de ellas en este cementerio están abandonadas y destartaladas…

Mientras… Píndaro ha estado mirando cómo no queda un recodo de tierra para colocar próximos muertos… y exclama: “¡Marola, aquí han vendido ya hasta las aceras en la zona detrás de la iglesita!… ¡Mira esa vaina!… Tumbas sucias y asquerosas.. con nombres de sus dueños irreconocibles… Algunas como almacén de latas y materiales de construcción…” Agarrando una mano de Marola, Píndaro la invita a sentarse en un curioso banco que ha sido construido en el tronco de un árbol, frente a una tumba en el Paseo Central y, mientras piensa en una próxima visita a otro camposanto, exclama:

¿Qué hacemos con estooooooo??????

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