Nuestros queridos frugívoros

Nuestros queridos frugívoros

POR DOMINGO ABRÉU COLLADO
Hace algunos meses volvió a las páginas de la prensa el tema de los murciélagos como posibles mordedores de personas y hasta como posibles hematófagos o vampiros, chupadores de sangre. Normalmente este tema viene acompañado de declaraciones alarmistas y de opiniones sobre la “necesidad de controlar las poblaciones de murciélagos en el país”.

De cuando en vez este tema sale a relucir y siempre es necesario salirle al paso y explicar a los lectores que en la isla de Santo Domingo, ni en ninguna otra del Caribe, existen murciélagos hematófagos o vampiros. Más vampiros resultan ser aquellas personas que comen sangre sazonada y entubada en tripas, a la que le han colocado el nombre de morcilla para encubrir lo que verdaderamente es y encubrir además esa hambre de sangre coagulada, sazonada al máximo para disimular su descomposición.

La mayor parte de nuestras 18 especies de murciélagos habitantes en cuevas, troncos, edificios y entre la vegetación, son insectívoros, aunque algunos suelen también comer frutas. Dos de esas 18 especies, el Artibeus jamaicensis y el Phyllops haitiensis son esencialmente frugívoros, se alimentan más que nada de frutas, pero eso no quita que puedan comerse algún insecto o sorber un poco de néctar de vez en cuando. Pero, conociendo el gusto de estos animales por el rico sabor de las frutas y el néctar, no es verdad que van a “inventar” bebiendo sangre o comiendo morcilla.

Para la localización de las frutas –que normalmente buscan las maduras- los murciélagos frugívoros se guían por el olfato. Igual hacemos los seres humanos cuando queremos estar seguros de qué tan maduras están las frutas que nos queremos comer. Porque ¿quién se come un mango sin antes olerlo y disfrutar de ese aroma tan característico? Pues nuestros queridos murciélagos frugívoros recurren a ese sentido para localizar las frutas maduras, como las guanábanas, cuyo olor es mayor por la noche.

Y frente a una guanábana madura los murciélagos no se amilanan, aún en presencia de personas. Personalmente observé una noche como un grupo de murciélagos daba cuenta de una guanábana madura que estuvo en una mata a pocos metros de mi casa. No obstante, yo los iluminaba con una linterna, y sabiéndome presente y pendiente de ellos, los murciélagos no pararon de morder, arrancar un pedazo de la guanábana, emprender el vuelo y volver sobre la fruta hasta terminarla. Habiendo otras guanábanas en la mata no les hicieron caso porque no estaban maduras.

Hace meses la profesora Norma Fabián me comentaba que en una vivienda fue sorprendido un murciélago mientras mordía la cara de un niño que estaba dormido (me parece que fue así). Luego de pensar sobre el asunto no me cupo duda de que aquel niño -como ocurre con todos ellos – puede haberse ido a la cama con la cara sucia de mango o de guanábana, y el murciélago, guiado por el olor de la fruta, llegó hasta la cara del chico, procediendo a lamer o morder lo que creyó –con toda propiedad- que era una guanábana o un delicioso mango. Igual pasa con la gente que se va a la cama con las manos y boca engrasadas por comida y sirviendo de pasto a las cucarachas, sin que por ello se diga que las cucarachas son vampiras o que les gusta la carne humana.

Los animales tienen dotes especiales para localizar su comida e ir por ella a como dé lugar. Así pasa con las hormigas, las que nos asombran por su rapidez para localizar migas de pan, terrones de azúcar o insectos recién muertos, no importa si estén en el piso, sobre la mesa o incluso dentro de nuestras mochilas o hasta en nuestros bolsillos.

Nuestros queridos murciélagos frugívoros pudieran alimentarnos sin el menor disgusto para ellos y si nosotros no nos empeñáramos en ser además carnívoros y empecinados consumidores de frutas y comida de importación. Igual no les importaría reforestar la isla entera de frutas si se lo permitiésemos, pero para ello deberíamos respetar su existencia y crecimiento poblacional, aparte de respetar también la existencia de los bosques en los que habitan y que, por estar siendo diezmados, son cada vez menos, tanto murciélagos como árboles frutales y plantas medicinales.

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