Desde los primeros días de la pandemia, los científicos han estado prestando atención a los cambios en el código genético del coronavirus.
Todos los virus mutan naturalmente y el SARS-CoV-2, causante de la enfermedad covid-19, no es una excepción: se calcula que acumula uno o dos cambios al mes.
Como le explicó a BBC Mundo la científica Adriana Heguy, directora del Centro de Tecnología del Genoma de la Escuela de Medicina Grossman, de la Universidad de Nueva York, hace unos meses, las mutaciones ocurren en todos los organismos.
«A medida que las células de cualquier organismo se replican van adquiriendo mutaciones», señaló.
Las mutaciones suelen ser un evento azaroso con poco impacto en las propiedades de un virus.
La mayoría son simples «pasajeras», dice Lucy van Dorp, doctora de la University College London especializada en la evolución de los patógenos.
«De hecho, las mutaciones rara vez son algo malo«, explica.
«La amplia mayoría de las mutaciones que observamos en genomas del SARS-CoV-2 están ahí como pasajeras».
«No cambian el comportamiento del virus, simplemente son transportadas».
Pero de vez en cuando, un virus tiene la suerte de mutar de una manera que afecta positivamente su capacidad de sobrevivir y reproducirse.
Propagación más rápida
«Los virus que portan esas mutaciones pueden entonces aumentar su frecuencia debido a la selección natural, si se da el marco epidemiológico correcto», señala Van Dorp.
Se ha puesto en marcha una frenética carrera por averiguar si ese es el caso de la nueva variante británica (B.1.1.7 o VULL-202012/01), que parece estar propagándose de forma inusualmente rápida.
Las mutaciones en el gen que codifica la proteína espiga (conocida como proteína spike en inglés), que el virus usa para acoplarse y entrar en las células humanas, son particularmente preocupantes.
Algunas han sido reportadas antes, pero no en un número y combinación tan precisos.
La variante tiene 14 mutaciones que causan un cambio en los bloques de construcción de proteínas (aminoácidos) y tres supresiones (partes faltantes del código genético).
Según la Organización Mundial de la Salud (OMS), algunas pueden influir en la rapidez de propagación del virus.
- Previamente ya se reportó en otros países una mutación en la proteína espiga (conocida como N501Y), pero no con la misma combinación y número de mutaciones, lo que sugiere que la misma mutación ha evolucionado varias veces y puede ser importante de alguna manera
- La OMS percibe otra mutación en la proteína espiga (P681H) como de «importancia biológica»
- Una supresión (en la posición 69-70) se ha relacionado en el pasado con brotes en una granja de visones y en pacientes con sistemas inmunológicos debilitados que pueden incubar el virus durante varios meses
El origen de la variante
La supresión puede dar algunas pistas sobre cómo evolucionó la variante, quizá en un paciente con un sistema inmune debilitado que fue incapaz de destruir el virus, que pudo permanecer en el cuerpo durante varios meses acumulando mutaciones a lo largo de ese tiempo.
«La creencia actual es que desarrolló tantas mutaciones en el contexto de una infección crónica», indica el profesor David Robertson, de la Universidad de Glasgow, que forma parte del Cog UK (un consorcio británico sobre el genoma del virus) que ha analizado la nueva variante.
La conexión con los visones se percibe como bastante improbable. «No hay pruebas de que los visones, o cualquier otro animal, estén implicados, pero parece sensato no descartarlo», apunta Robertson.
Los científicos corren ahora para saber más sobre las mutaciones vistas en la variante británica, que también se ha detectado en Australia, Dinamarca, Italia, Islandia y los Países Bajos.
Una variante similar detectada en Sudáfrica, con algunas de las mismas mutaciones, también despierta preocupación.
Hay fuertes sospechas de que ambas variantes pueden estar propagándose más rápido de lo esperado, pero todavía no está claro.
Colaboración internacional
El SARS-CoV-2 se ha situado en el centro de un esfuerzo científico internacional sin precedentes desde principios del mes de enero, cuando investigadores en China difundieron la primera secuencia del genoma del virus.
Científicos han obtenido la secuencia de más de 250.000 genomas del SARS-CoV-2, compartidas en plataformas públicas que permiten compararlos y analizar sus diferencias.
Al tomar una muestra de un paciente infectado, el código genético del virus se puede extraer y ampliar antes de «leerlo» usando una secuencia.
La cadena de letras, o nucleótidos, permite la comparación de genomas y mutaciones.
«Gracias a estos esfuerzos y a los laboratorios de pruebas de Reino Unido pudo detectarse tan rápidamente la variante británica como un potencial motivo de preocupación», explica Van Dorp.
La información científica se está compartiendo a una velocidad extraordinaria.
Una pregunta clave es si las mutaciones pueden tener implicaciones para la efectividad de las vacunas, algo que muchos expertos consideran improbable, al menos a corto plazo.
«Esto será cada vez más importante a medida que se distribuyan las vacunas para que los posibles candidatos puedan ser identificados pronto y se les pueda hacer seguimiento y rastreo», dice Van Dorp.
«A largo plazo quizá tengamos que replantearnos la composición de la vacuna y su estrategia de distribución, así que estos esfuerzos serán vitales. Aunque por ahora, es demasiado pronto para decirlo».