Nueva diplomacia norteamericana

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El reciente viaje de Barack Obama a Europa y el próximo a Trinidad y Tobago para la Quinta Cumbre de las Américas, marcarán el estilo y el contenido de su política exterior, a menos que algún acontecimiento de transcendencia internacional lo descarrile.

El cambio con respecto a la política del gobierno de George W. Bush es evidente en algunos aspectos, aunque en otros se mantengan los mismos objetivos.

Ha cambiado el tono en que se presentan públicamente los objetivos de la política exterior norteamericana. El discurso inaugural de Obama el pasado 20 de enero señaló un presidente con intención de combinar la apertura y la inclusión en las negociaciones internacionales, con una postura fuerte en defensa de los intereses norteamericanos.

Balancear estos dos objetivos no es fácil porque los intereses imperiales de Estados Unidos chocan muchas veces con los de otros países. Además, los republicanos han solidificado en los últimos 30 años una cultura política entre los norteamericanos del derecho a la primacía, y el unilateralismo se afincó como doctrina después de los ataques del 11 de septiembre.

Las declaraciones de Hillary Clinton en ruta a México hace varios días, indicando que Estados Unidos era corresponsable de la crisis mexicana por el deseo insaciable de los norteamericanos por estupefacientes y el flujo de armas, marcó el cambio discursivo en la diplomacia y sorprendió a los analistas políticos en Estados Unidos.

El mea culpa continuó con Obama en Europa al declarar que Estados Unidos no apreciaba suficiente la contribución de Europa para el logro de los objetivos norteamericanos en política exterior.

Aquí parece producirse un cambio en dos sentidos: se abandona la división que hiciera Donald Rumsfeld de la vieja y la nueva Europa, y parece valorarse tanto la relación con Europa continental como con Gran Bretaña.

Las declaraciones públicas de Obama y Clinton ubicando a Estados Unidos como corresponsable de la crisis económica y la violencia que ha desatado el narcotráfico, podrían parecer artificios discursivos para quienes miran desde fuera la política exterior norteamericana.

Pero su efecto es significativo porque se aleja de la bravura y arrogancia que dominaron la política exterior unilateralista de los tiempos de Ronald Reagan y los dos presidentes Bush.

Antes de cumplir los 100 días, la administración de Obama ha dado ya muestras de un giro hacia el multilateralismo, hacia la diplomacia suave y conciliadora, y de cierta humildad en la corresponsabilidad.

Qué efecto tendrá este cambio en las políticas exteriores concretas es algo que todavía queda en el tintero, pero los pasos se van dando para establecer un marco de mayor negociación internacional son importantes.

Podría argumentarse que debido al desplome de la economía, Estados Unidos no tiene otra alternativa que abandonar el unilateralismo, y hay algo de verdad en esto.

Sin embargo, hacer una lectura simplista de la relación entre crisis económica y política exterior no es un buen camino para comprender los cambios que parecen estar gestándose.

Para América Latina y el Caribe, la reunión en Trinidad y Tobago a mediados de abril será muy importante. El tono de la reunión ya se puede predecir por el estilo conciliador utilizado en México y Europa.

En términos concretos, hay cuatro áreas de interés continental a observar en la próxima Cumbre de las Américas: la postura de Estados Unidos con respecto a Cuba, el comercio regional, la lucha contra el narcotráfico y la política migratoria.

¿Marcará Obama un cambio significativo con respecto al pasado, o serán sus políticas más de lo mismo a pesar del cambio discursivo? Su estreno en la región este mes enviará las señales.

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