A nivel mundial, constituye una constante que los procesos de cambios históricos, sociales y a veces hasta políticos, discurran en una amalgama de complejidad y rapidez, que a las generaciones que los viven les resulta en extremo difícil, y a veces hasta imposible, procesarlos. Como sociedad, tenemos un acusado retraso en el procesamiento de los cambios que se han operado en las últimas décadas y por eso insistimos en un relato y unas propuestas que no se corresponden con la realidad, y nos mantenemos sumergidos en una pérdida constante de oportunidades de insertarnos en diversas coyunturas electorales con claras perspectivas de cambio.
Una mirada rápida a la imagen física de las principales ciudades dominicanas, principalmente Santo Domingo y Santiago, podría inducir a la conclusión de que el crecimiento sostenido de la economía dominicana por más de cinco décadas, independientemente de su impacto en las condiciones materiales de la gente, de alguna o de varias maneras tiene que manifestarse. Esa imagen es una de ellas, como también la imagen de las costas y entorno de los enclaves turísticos y la que se observa en la calidad de diversos servicios en las carreteras Duarte y Mella. Pero no solo eso, se refleja también en las condiciones externas e internas de las edificaciones de varias instituciones del Estado.
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Y, a pesar de lo que se pueda pensar, también en la calidad, disposición y evidente vocación de servicio de muchos funcionarios públicos. Como sociedad, tenemos importantes taras, algunas tan afrentosas que no solo nos impiden avanzar, sino que amenazan llevarnos hacia el despeñadero, pero si no somos capaces de leer correctamente algunos indicadores de esos cambios, seguiremos viendo el país que imaginamos, no el que reamente existe. Y, en el caso de las fuerzas que se reclaman alternativas, seguirán elaborando unas propuestas sin ninguna posibilidad de “engancharse” con la gente para cambiar el rumbo del país. Siguen chapoteando en el pantano de la ineficiencia política.
Tomar notas de la lógica de algunas innegables transformaciones en el país, no es contradictorio con la producción de ideas, reflexiones e iniciativas que éstas sugieren. Por ejemplo, el déficit de vivienda es sostenido, superando el millón doscientas mil unidades, según estimaciones, y los procesos de conurbación de algunas ciudades y la degradación de algunas entornos naturales y construidos en zonas turísticas. Alrededor de esas cuestiones, en algunos países, las fuerzas alternativas han hecho política, vinculándose con las demandas cotidianas de la gente.