POR GRACIELA AZCÁRATE
Las primeras imágenes del ciclón Katrina parecían las viejas fotos del puerto de Nueva Orleans en pleno mercado negrero recibiendo los barcos del Senegal en el siglo XVIII. Parecía un mercado de esclavos con grilletes recién llegados de una travesía de meses en la bodega del barco, un mercado de carne negra como el que se practicaba hace 245 años.
O una escena de «Lo que el viento se llevó» o «La cabaña del Tío Tom» Eran escenas escapadas de un compendio de historia sobre la esclavitud, la Guerra de Secesión, la abolición de Lincoln, y la discrimación permanente con la imagen de la horca allá en el fondo meciéndose en un viento de Apocalipsis.
Con «olor a linchamiento y petróleo», y hasta en las fotografías aparecía «la basura blanca» los blancos pobres de la tierra, «los paletos», «los palurdos» como en una novela o un cuento de William Faulkner.
Billie Halliday canta desde un disco de 78 R/P con un trasfondo de sogas y olor a carne quemada. «Mamma is gonne, papa is gonne», canta como esos «espiritual» o esos blue sobre la injusticia ancestral cifrada en el color de piel diferente, canta con voz rota y quebrada por el alcohol y la droga de la discriminación que no ha cesado o aparece disfrazada con los ropajes de la modernidad y la globalización.
La mayoría de la población norteamericana y los espectadores del mundo se preguntan si la raza tuvo algo que ver en la crisis de Nueva Orleáns, en la respuesta tardía y demorada del gobierno federal y no puede disimular la suspicacia de que la respuesta hubiera sido más rápida al desastre si las víctimas hubieran sido blancas o de una la clase económica más acomodada.
Las estadísticas dicen que en el Municipio de Nueva Orleáns, el 66 por ciento de los residentes son negros. Mientras que el área residencial de Nueva Orleáns, cerca de la Universidad Tulare, tenía una población mayormente blanca y rica; las áreas al norte del Barrio Francés y al este del centro tienden a ser pobres y pobladas en su mayoría por minorías. Las encuestas indican que los residentes de Nueva Orleáns están divididos por su clase social más que por el color de la piel.
Mientras la estructura del poder político está controlada por gente negra; la mayor parte del poder económico de la ciudad está en poder de los blancos.
El 80 por ciento de la población que evacuó la ciudad antes de la llegada de Katrina, eran blancos con poder adquisitivo, carro y referencias familiares en otros estados o posibilidades de desplazarse a zonas seguras, en cambio según el alcalde negro, los que se quedaron lo hicieron porque no tenían carros, recursos, ni forma de escapar.
El 21 por ciento de las familias del Municipio de Nueva Orleáns ganan menos de 10.000 dólares al año y 27.000 familias viven por debajo del nivel federal de pobreza y son en su mayoría familias negras.
El congresista negro Elijah E. Cummings, demócrata de Maryland, dijo: «No podemos permitir que la historia diga que la diferencia entre quienes vivieron y murieron en la gran tormenta e inundación de 2005 fue sólo pobreza, edad, o su color de piel»
Las fotos y las imágenes de la televisión muestran niños sin zapatos pidiendo comida a gritos, madres con bebés en brazos y mirada desesperada, viejos blancos sentados en sillas de ruedas y una joven negra pidiendo ayuda, jóvenes desaforados asaltando supermercados en busca de agua y comida y hasta los cadáveres que flotan en las calles son todos de negros.
No son imágenes de Haití o de Africa, son las imágenes del patio trasero de Norteamérica.
Es la otra cara de EE.UU donde la pobreza y el racismo se justifican con esa frase cínica de un rico hombre de negocios del siglo pasado: «Van a la guerra los que no son valiosos».
«Como no son valiosos», hoy como ayer, los batallones de negros en la Guerra de los Confederados, en Europa, Corea, Vietnam, o los hijos de la clase obrera pobre, que en la actualidad van a Irak, como el hijo de Cindy Shenan. Porque «no son valiosos» ponen la «carne de cañón» y van a la guerra.
En el sur los negros viven en casas precarias de madera o en casas rodantes que colocan unas contra las otras creando el equivalente a un barrio miserable de chabolas.Varios líderes de la comunidad negra dicen que el llamado desesperado de asistencia de los damnificados negros «es un test para la moral norteamericana».
«Si no hubieran sido pobres y negros, hubiera habido autos para evacuar Nueva Orleans», dijo el diputado negro William Jefferson.
Varios académicos acusan al gobierno de George Bush de neoliberal y racista.
«Sin duda la respuesta hubiera sido mucho más rápida si se hubiera tratado de gente rica y con poder», dijo Robert Jensen, de la Universidad de Texas, autor de un libro titulado «Confrontando el racismo y los privilegios de los blancos». Según Jensen, la sociedad norteamericana sigue organizada alrededor de la supremacía de los blancos. «Hace ya cuarenta años que aprobamos la Ley de los Derechos Civiles, pero los blancos siguen pensando que la pobreza no se debe al fracaso del sistema social sino al de los individuos, lo que significa en este caso el fracaso de los negros. La segregación ahora es económica y cultural. Fíjese la rapidez con que responden cuando hay huracanes en Florida».
Keith Jennings, de la Fundación Afroamericana de Defensa de los Derechos Humanos, dijo no comprender cómo puede el gobierno invadir Irak y no tiene con qué dar de comer a los damnificados. «Tuvieron que enviar guardias nacionales de otros estados, porque los de Alabama y de Louisiana están en Irak», acusó.
Así como nadie se preocupó por el destino de los negros y pobres de Nueva Orleans, la administración Bush tampoco tuvo ningún tipo de inconveniente en darle la espalda a los problemas de desarrollo urbano que enfrentaba la ciudad y sus habitantes, y destinar recursos que debían ser invertidos en la seguridad de la ciudad al financiamiento de su agenda neoimperialista en Irak y Afganistán, además que la lógica neoliberal por la que se rige Washington jamás hubiera permitido sustraer recursos del mercado financiero para invertirlos en la gente y su medio ambiente.
Para desgracia de Bush el 8 de Junio de 2004 apareció en el diario Orleáns Times-Picayune las declaraciones de Walter Maestri, jefe de la administración de emergencia de la ciudad de New Orleáns, donde manifestaba que el presupuesto de $430 millones que esperaba la ciudad para el mantenimiento y mejoramiento de los diques y la puesta en marcha de nuevos proyectos de infraestructura para proteger la ciudad de huracanes e inundaciones, fue reducido por el presidente Bush a menos del 20 por ciento para financiar la guerra en Irak.
Bush había movilizado dinero del presupuesto de la ciudad para la oficina de seguridad nacional y la guerra en Irak, evitando así que los diques que rodean la ciudad fueran terminados. Maestri afirmó que el trabajo en los diques era un asunto de seguridad para los habitantes de New Orleáns. De haber contado con estos recursos, Nueva Orleans hubiera tenido diques más grandes y fuertes para recibir al huracán Katrina. Sin embargo, el dinero fue utilizado para financiar la «guerra contra el terrorismo» que además se tragó a más del 50 por ciento de los soldados de Louisiana y Mississippi que debieron haber estado rescatando y atendiendo a su propio pueblo.