Nueva York en el espejo de lo que RD debe evitar a toda costa

Nueva York en el espejo de lo que RD debe evitar a toda costa

Fue un grito estentóreo el del alcalde Eric Adams: la Ciudad de los Rascacielos, destino favorito por mucho tiempo de cientos de miles de dominicanos que emigran, está siendo aceleradamente superada en su capacidad de recibir a gente de todo el mundo que llega con una mano delante y otra detrás. Se acogen, entrando como Pedro por su casa, aprovechando la rigidez de un sistema legal estatal que obliga a alojarlos en lo que se averigua el caso.

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Aun siendo demócrata, igual que el Joe Biden que preside frescamente en Washington, no recibe ayuda federal para sobrellevar el descomunal éxodo. La urbe de grandeza hemisférica es vista por su alcalde como condenada a una destrucción, sometida a gastos que obligan a la autoridad local a un súper endeudamiento y a consumir en asistencia a los advenedizos los recursos que debe dirigir al sostenimiento de servicios a todos los neoyorquinos.

Es decir: en nombre de una permisividad contraria a sus razones, dirige una nave urbana que se hunde irremisiblemente. La conducen a extremos que todavía República Dominicana no vive pero estaría esperándola al doblar de la esquina. Criterios y propósitos externos, ajenos a la realidad nacional, pretenden continuamente que el país se abra de par en par a la desesperación ajena. A modo de que “entre todos” ¡y eso no puede ser!

La participación de emigrantes vecinos en el movimiento de la economía de RD es inevitable, pero no debe escapar a límites racionales.

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