Nuevas tipologías sociales

Nuevas tipologías sociales

La cultura, la identidad y los símbolos describen, identifican y establecen los nuevos perfiles sicosociales y los nuevos roles y asignaciones que se adquieren o que se designan a los grupos sociales.

La economía, el trabajo, el comportamiento y la mentalidad van ligados al acceso cultural, educativo, espiritual e ideológico que ayudan a la diferenciación de los grupos sociales.

Antes, cuando el mundo era bipolar, cuando las ideas y las palabras tenían más fuerza que lo visual, y los hombres defendían ideales, causas, principios, dignidad, valores; entonces se podían entender los propósitos con los que se vivía.

Las necesidades existenciales no eran la lucha por lo tangible: dinero, bienes, confort, opulencia, sencillamente. La seguridad existencial la aseguraban la identidad, los símbolos asumidos, el valor del trabajo, la utilidad y el tipo de servicio que se prestaba a la sociedad.

Todo entonces era predecible, esperado, las mentalidades, los hábitos y costumbres por décadas eran los mismos.

Ahora la vida se expresa a través de lo visual. Conquistas del ser humano se validan con el consumo, el placer, el confort, el dinero, el sexo, las drogas, los juegos, en fin, la vanidad.

Esa vida tan desigual y tan diferente para la mayoría que no puede conquistar los nuevos estatus representa frustración, exclusión, desesperanza, resentimiento social e inadaptación.

Pero el gran desgaste y la disfuncionabilidad lo reproducen las pérdidas de la identidad social, la despersonalización, desarticulación familiar y la crisis de parejas.

Esas nuevas problemáticas han reproducido nuevas tipologías y nuevos comportamientos sociales: los feminicidios, el sicariato, la violencia social, la crisis moral, las nuevas adicciones, la corrupción.

Esos males nos diagnostican como una sociedad violenta, agresiva, relativista, inmadura sin un proyecto saludable, improvisada, mediática, con pérdida de la identidad sicosocial.

Esas nuevas tipologías nos llevan a la percepción social de que, somos un país y una sociedad que vive sin límites, disfuncional, riesgosa y sin factores protectores; cargada de problemas no resueltos por décadas y sin sistema de consecuencias.

Sabemos que se prostituye a niños y niñas, que más adolescentes y jóvenes son utilizados en el microtráfico, que grupos organizados hacen negocios ilícitos y viven de la corrupción, que miles son explotados en el trabajo infantil.

Algo hay que hacer con esta sociedad patológica que vive la nueva cultura de lo «anormal» pero que se acepta como normalidad, como costumbre y como estilo de vida de que somos aquél país del que Francisco Bonó dijo: «los dominicanos individualmente piensan bien, pero cuando se agrupan piensan y actúan mal».

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