La exposición colectiva de título oficial: “Historias que nos unen, que suene la campana de la libertad”, es un acontecimiento por varias razones.
La patrocina y organiza la Embajada de los Estados Unidos, en una colaboración bienvenida con la Fundación Arawak. Se inició su presentación en el amplio y acogedor patio interior del Instituto Cultural Dominico Americano.
Seguirá esta primicia un itinerario por las principales ciudades de la República Dominicana. Y como soñar no está prohibido, ojalá puedan llegar las campanas al país que las inspiró, siendo la Campana de la Libertad, parte gloriosa y emotiva de su historia.
Puede leer: En la cocina de RD es esencial la formación
No analizaremos esta epopeya -la cual puede consultarse fácilmente -, pero mencionaremos que en etapas sucesivas desde el siglo XVIII, ha acompañado una gran nación y su independencia, el orgullo del pueblo norteamericano, el avance por la democracia y los derechos humanos, hasta convertirse en un símbolo y un “monumento” visitado en Filadelfia por multitudes.
La famosa frase de “la libertad pregonada en toda la tierra y para todos los moradores”, de origen bíblico, vuelta declaración de principios, ha sido materializada, con hermosura y sentimiento, por el talento artístico dominicano.
Propuesta y entrega
Existe el prejuicio equivocado de que un artista debe ser totalmente independiente en tema, dimensión, técnica, ¡cuántas veces notamos resultados inciertos! Sin embargo, proponer un tema valorizador, un formato intermedio, un soporte distinto, que preserve y aun incentive la creación, a menudo culmina en éxito para el artista y su potencia comunicadora.
Este fenómeno positivo se manifiesta ahora, a través de “historias que no unen” y la resonancia de la libertad. Muy pocas veces hemos disfrutado un conjunto tan diferente, tan coherente, tan eficiente, empezando por la selección de los artistas: generación, lugar de residencia, estilo, temperamento… Suponemos que Mildred Canahuate, tan conocedora, jugó un papel.
Todos y cada uno, Ezequiel Taveras, Amaya Salazar, Fermín Ceballos, Inés Tolentino, Evaristo Angurria, Judith Mora, Rafael Alba, Julio Valdez, Scherezade García se han expresado según su personalidad… como la conocíamos, o la hemos descubierto.
Y a cada uno se le entregó una miniatura – en relación con el tamaño y el peso de la Campana de Filadelfia, muy ligera en comparación de la tonelada original. Los nueve artistas recibieron la misma reducción perfecta, hasta con la grieta secular… por cierto herida inspiradora.
Las campanas dominicanas de la libertad se realizaron paulatinamente, y no solamente la espera valió la pena, sino que nunca hubo angustia. Todas llegaron a tiempo.
Nueve diseños
Iremos haciendo muy breves comentarios al compás de la memoria. Sin orden alfabético ni de preferencias. Por cierto, todas se necesitan y se respaldan… También hemos observado esta solidaridad y alegría recíproca entre los autores, caminando entre las piezas expuestas.
Quien se adelantó en la entrega fue Ezequiel Taveras, residente en Estados Unidos y estudioso de su historia. Su obra lleva mensajes fuertes, “manuscritos”, abogando por la igualdad, Y en contra de toda discriminación. Única campana colgante, permite ver su interior, con miríadas de personajes unidos y un corazón que se les ofrece…
Amaya Salazar expresa la ternura que identifica su arte, fundamentado en la condición humana, traza circunvoluciones lineales como elementos afectivos, agrega bellos tonos de azul, un color que no suele formar parte de su paleta.
Evaristo Angurria destaca talento y experiencia de artista gráfico, introduce la afirmación de libertad nata y manifiesta con energía su apego a los derechos humanos, ¡una campana cartel!
Inés Tolentino propone una imagen compleja en su composición, estilo y colorido. Hace un estudio etno-antropológico del pueblo norteamericano, su exigencia en compartir espacio, ella aún introduce adrede cierta apropiación pictórica.
Rafael Alba expresa la naturaleza y el sol, siendo su campana la más luminosa y alegre de todas, multiplica los signos en una alianza entre abstracción y figuración.
Desde que vimos aquella campana de un negro profundo, sabemos que era de Fermín Ceballos, y la grieta roja sobresale como una herida. No evitamos una lectura dramática que deplora una especie de apocalipsis y duelo permanente.
Judith Mora presenta una campana suntuosa, reluciente, texturizada. Menos importa lo que representa que su técnica impresionante, con un colorido que canta… La obra viste de traje de gala, cual un modelo único.
Scherezade García, pinta un paisaje onírico o mágico cuando lo decide. Ahora sumerge su campana en el agua: la espuma salpica, las olas vuelan, es el mar caribeño que dinamiza el espacio pictórico.
Julio Valdez es un gran colorista, aunque apreciamos también su dibujo preciso y fino. Nos pasea entre la figuración y la abstracción. Es un mundo que todavía no ha sabido proteger la vida. Al menos es nuestra lectura…
Coda
Cuando las campanas empiecen a viajar, que avisen… ¡Queremos seguir su itinerario, y verlas desde otros ángulos!