Nuevo cónsul en España conoce durezas de la migración

Nuevo cónsul en España conoce durezas de la migración

POR MANUEL JIMÉNEZ
MADRID, España.–
Hace poco más de 14 años que Marcos Cross Sánchez, el nuevo cónsul dominicano en Madrid, se decidió por emigrar a esta nación europea. Para entonces, ya ostentaba un título de licenciado y había abandonado su trabajo de profesor de matemáticas en la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD).

Cross Sánchez se sintió atraído por ese espíritu de aventura que ha contagiado a cientos de miles de dominicanos y pensó que en esta nación de Europa, su suerte tendría otra cara.

 No se equivocó, aunque sus primeros años como inmigrante indocumentado no fueron fáciles. Su primer trabajo fue de vendedor de frutas en un mercado “purguero”, como se le llama en  República Dominicana.

 Allí era empleado de un español llamado Antonio García, quien se arriesgó a ofrecerle “algo que hacer”,  pese a su condición de indocumentado.

Más tarde, ese español habría de ser la “llave” que le abrió a Cross Sánchez el camino hacia el éxito empresarial y en cierta medida en la carrera política, ya como dirigente en Europa del hoy gubernamental Partido de la Liberación Dominicana (PLD).

Como “frutero”, Cross Sánchez permaneció cinco meses, de donde pasó entonces a laborar como “peón de albañilería” en la industria de construcción madrileña.

 “Yo era el que cargaba la carretilla, recogía el pico y la pala y retiraba los escombros de los pisos en construcción”, nos dijo durante una entrevista en su confortable oficina del segundo piso de un edificio localizado en la calle Castellón, número 25, donde opera el Consulado dominicano, una zona residencial y comercial en el centro de la capital española.

Al cabo de dos años y medio de infortunios y desafíos personales, Cross Sánchez obtiene la regularización de su status de inmigrante. Con sus papeles en manos, se decide por tareas menos forzadas y es entonces cuando obtiene trabajo de camarero en restaurantes y discotecas de ambiente latino, ubicadas en diferentes zonas de la capital española. Mas tarde escala como administrador de una discoteca y unos tres años después en su reencuentro con el español García, su primer empleador cuando llegó a Madrid “cargado de sueños”, le ofrece la oportunidad de regentear el primer establecimiento comercial de origen dominicano que se establece en Cuatro Caminos, un sector apartado del centro madrileño donde hoy tienen establecida residencia, miles de dominicanos y otros latinos.

“Para mí fue una gran honra el haber caminado como lo hacen la generalidad de los dominicanos cuando llegan aquí”, confiesa Cross Sánchez, quien desde la envidiable posición que hoy ostenta, promete ser un “solidario permanente” con sus compatriotas.

No tan solo aspira a promover reformas en algunos de los acuerdos migratorios logrados entre la República Dominicana y España, sino que se ha comprometido a disponer de una parte de sus honorarios como cónsul, para planes sociales que beneficien a la colonia quisqueyana, incluso con la apertura de un local para asistencia social.

Su primer negocio en la zona de Cuatro Caminos fue una bodega para la venta de alimentos, una inversión que le facilitó al 100 por ciento su amigo español García.

 El acuerdo establecía que su esposa sería la única empleada con un salario al mes de 90,000 pesetas (540 euros al cambio actual) y Cross sería el gerente sin salario, pero asegurándose el 30 por ciento de los beneficios anuales del negocio.

Relata que surtía la bodega con algunos productos dominicanos, entre ellos ron “importado” en maletas, “pues no había recursos para importaciones en barcos”.

“Pero los dominicanos, en vez de ir a comprar alimentos, los que hacían los fines de semana era que iban a beber alcohol y rápidamente la bodeguita se convirtió en un dolor de cabeza para los españoles que entonces residían en esa zona, la mayoría ancianos que vivían de su pensión, ya retirados”, recuerda Cross.

La “explosión de asistencia” los fines de semana de dominicanos y otros latinos, especialmente colombianos, obligó a Cross a abrir un bar, a una cuadra de la Bodega, que bautizó con el nombre de “Macorís”, en honor al ron que lleva el mismo nombre, pues recuerda que estudió para maestro primario en la sultana del Este.

 “La cuadra entera se llenaba entonces de dominicanos y latinos que se divertían e, incluso, ya los españoles se negaban a cruzar por el lugar”, recuerda Cross.

 Corría el año 1994 y en esa zona madrileña, el 80 por ciento de los establecimientos comerciales había cerrado. Los españoles que se habían retirado a Cuatro Caminos en busca de tranquilidad, poco duraron en estallar en cólera y se decidieron por una solicitud en masa ante las autoridades municipales madrileñas para cerrar el  bar.

El pretexto fue acusar a la administración del bar, que descansaba bajo la responsabilidad de Cross, de prestarse al tráfico de personas y de drogas, entre otros delitos.

Cross recuerda que el ayuntamiento de Madrid no soportó la presión y decidió el cierre del bar. Esta clausura fue un duro golpe, pero no amilanó la decisión de algunos dominicanos, entre ellos el propio Cross y Juan Francisco Santamaría, quien más luego asume el consulado en Madrid entre 1996-2000, de reclamar sus derechos.

Se creó entonces la Asociación por los Dominicanos, regenteada por Cross y a través de ella se pidió a la Policía, a la comunidad de Madrid y al Ayuntamiento, investigar las acusaciones hechas por los españoles.

Cross relata que se abrió una investigación cuyos resultados revelaron “fehacientemente que estábamos limpios”.

 “Para entonces, salió un artículo en el diario El País que decía: Alvarado, el Pequeño Caribe, con una foto del bar Macorís. Pero la lucha apenas se iniciaba”, reconoce.

Era el año de 1997 y ya se había producido la muerte de la dominicana Lucrecia Pérez y ese caso  “nos ayudó a crear conciencia entre nuestros compatriotas”, dice Cross.

Sostiene que a raíz de este proceso, la comunidad comenzó a crecer y  surgieron nuevas empresas dominicanas en Madrid de envío de valores, restaurantes, discotecas, bodegas, salones de bellezas y agencias de viajes.

 Según las estadísticas oficiales, en España residen unos 40,000 dominicanos, de los cuales unos 15,000 han obtenido la nacionalidad.

Pero Cross asegura que el número de dominicanos es mucho mayor, que supera los 70,000, con una media aproximada de entre un 15 a un 20 por ciento de indocumentados.

 Hoy, Cuatro Caminos es un pequeño Santo Domingo, donde se come salcocho, mondongo y cocido. También se bebe ron y cerveza criolla.

Cuando pregunté a una dominicana que ocasionalmente encontré en el metro de Madrid, cómo llegaba a la zona dominicana, me dijo:  “Toma la línea tres y cuando llegue a la parada de Cuatro Caminos, pregunta por la Esquina Caribeña”, me respondió.

 No tuve que hacer un gran esfuerzo, el sonido peculiar de una bachata y un cartel que anunciaba la presentación del Jeffrey me llevó a ese rincón dominicano en Madrid, de calles estrechas y edificios viejos, pero donde te recrea inequívocamente con tu origen.

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