Nuevo electorado dominicano

Nuevo electorado dominicano

ROSARIO ESPINAL
rosares@hotmail.com
Hace varios meses una amiga pasó a buscarme y al subir al carro me dijo: “Oh, tú estás vestida de catorcista”. Llevaba pantalones negros y blusa verde, de ahí vino el comentario, y su hijo de 16 años que iba detrás con dos amigos, preguntó: “¿Qué es catorcista?” Sorprendida le dije: “Catorcista viene de 14 de junio”. Entonces preguntó: “¿Y qué es esa fecha?” Mi asombro aumentó y nos enfrascamos en una conversación sobre qué deben saber los jóvenes dominicanos sobre la historia política del país.

La semana pasada, la JCE publicó los datos demográficos del padrón electoral, y al examinar la proporción de electores por grupos de edad, encontramos que 65% de los inscritos en el padrón electoral tiene menos de 46 años. Esto quiere decir que la mayoría de los votantes dominicanos nació después de la muerte de Trujillo, y eran pequeños o no habían nacido durante los 12 años de Balaguer.

Esta situación plantea nuevos retos a los partidos dominicanos. Les obliga a repensar sus perfiles políticos.

Desde principios de los años 60 hasta el año 2000, la política dominicana se caracterizó por una confrontación entre el balaguerismo y el anti-balaguerismo. Este segundo bloque lo encarnó el PRD, la izquierda y el PLD.

El período de mayor confrontación terminó en 1978, pero esa polarización continuó incidiendo en la política dominicana en los años 80 y 90.

El primer resquebrajamiento importante se produjo con la formación del “Frente Patriótico” de 1996, que llevó a Leonel Fernández a la Presidencia, con el apoyo de los antiguos rivales: Bosch y Balaguer.

Esta alianza, a su vez, revivió la coalición electoral anti-balaguerista que se había debilitado como resultado del declive del PRD en 1986 y 1990, y además, facilitó el triunfo del PRD en las elecciones congresionales-municipales de 1998 y las presidenciales del 2000.

No hay que olvidar que el PRD era el ancla electoral del anti-balaguerismo, en tanto era el único partido de masas con capacidad de articular un amplio segmento del electorado para enfrentar a Balaguer.

Muerto Balaguer en el 2002, y con un Partido Reformista incapaz de reorganizarse en los años subsiguientes, el bloque electoral balaguerista ha quedado muy debilitado.

Segmentos importantes del reformismo han pasado, y siguen pasando, a colaborar con el peledeísmo, a cambio de los beneficios que el gobierno distribuye en su vasto programa clientelar.

Sin mensaje cautivador en términos políticos, y con una merma sustancial de dirigentes, militantes y simpatizantes, el PRSC eclipsa.

Del anti-balaguerismo de antaño tampoco queda mucho. El PLD y el PRD han enaltecido la figura de Balaguer, y en su afán por ampliar su base electoral, ambos han establecido alianzas con el reformismo.

Así, el resabio anti-balaguerista que tanto ayudó al PRD a ganar gloria y elecciones en el pasado, sólo se aloja en una parte del 35% del electorado mayor de 45 años. Aquellos que recuerdan con disgusto el balaguerismo de los 12 años.

En estas nuevas circunstancias, para avanzar electoralmente, el PRD tendrá que pensar cómo construir una base electoral con nuevos temas, nuevos objetivos y nuevos líderes, que sobrepase el 35% que todas las encuestas conocidas, incluidas las más favorables a ese partido, le otorgan. En la República Dominicana, la política ideologizada de los años 60 y 70 fue sustituida en los 80 por una democracia clientelar que beneficia, sobre todo, a dirigentes y seguidores de los partidos políticos. Ellos sólo varían en algunos estilos.

Como el pueblo ha concluido que todos hacen lo mismo, el tema de la corrupción y el clientelismo, aunque importante, tiene escaso impacto en las campañas para impedir un triunfo electoral.

El festival de acusaciones de corrupción entre los partidos simplemente termina empequeñeciendo aún más la política, aunque del lado positivo, ofrece alguna información a la ciudadanía sobre los abusos de los políticos.

Debido a que en este campo la población percibe a todos por igual, el electorado busca en otros asuntos las diferencias partidarias.

Si las encuentra, vota por el mejor o el menos malo, según sea el nivel de entusiasmo que genere un candidato; si no, se abstiene sumergido en su descontento.

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