Nuevo libro me hizo recordar viejos libros

Nuevo libro me hizo recordar viejos libros

En el 1945 el director de la Escuela Normal de Bonao, profesor Julio Ernesto Concepción, decía “El movimiento bibliográfico de un pueblo, es el mejor barómetro para medir los grados de adelanto de su cultura”. El recordado profesor me prestó dos libros que para mi tuvieron un alto significado. Esos libros fueron “Las ruinas Palmira” del Conde Volney y “El hombre que ríe” de Víctor Hugo. En el primer libro el autor que era amigo personal de Napoleón, explica cómo surgieron las religiones y para qué ellas sirven. En el segundo libro, en el de Víctor Hugo me encontré con que en Inglaterra, a los criminales que se robaban a los niños para negociar con ellos y que eran llamados los compra-chicos y los vende-chicos, antes de llevarlos a su destino final que era la hora, les tatuaban en sus cuerpos con hierros al rojo vivo, tres letras que eran la R, la T y la M. Letras que eran las iniciales de tres palabras que representaban la ignominia de los bandoleros. Esas tres letras eran las iniciales de “Rob” bribón, de “Thief” ladrón y de “Manslayer” asesino.

Al encontrarme con esas lindeza, con esa terrible coincidencia. Detuve la lectura y en verdad me estremecí, y me conturbé algo. Porque terrible coincidencia las tres letras R T M, eran las iniciales de Rafael Trujillo Molina.

Y pensé que trescientos años antes en Inglaterra la mano traviesa del hado o destino hizo esa jugareta, porque en una remota isla del Caribe, tres siglos hacia delante iba a aparecer un opresor de multitudes que con creces representaría las tres cualidades que a los comprachicos y a los vendechicos se les endilgaban. Esas tres cualidades eran: Bribón, ladrón y asesino.

Con el descubrimiento que hice en una página de “El hombre que ríe”, me estremecí y me apabullé. Me estremecí porque calculé el peligro que entrañaba divulgar mi descubrimiento, porque si divulgaba eso y el que me escuchara era algo indiscreto había bastante riesgo. Y me apabullé por tener que guardar silencio y no atreverme a poner al tanto a algunos jóvenes amigos que en Bonao yo sabía que no comulgaban con el terrible y asfixiante sistema que R T M le había impuesto a sangre y garrotazos a toda la nación que bien merecía llamarse “Trujillolandia”.

Y para terminar vuelvo a escribir el título de estas humildes disquisiciones. “Nuevo libro me hizo recordar viejos libros”. Pues el libro que ha resultado engorroso y “discordante” para gentes adoloridas que con razón se treparon al lomo del potro de la ira. Y al decir “el nuevo libro” claro está que me he referido al libro de la señora María de los Angeles del Corazón de Jesús Trujillo Martínez, la hija mimada del hombre que un día y pleno de dura realidad les dijo a unos periodistas extranjeros: “Si yo muero ahora quiero que pongan en mi tumba yace aquí Rafael Leonidas Trujillo Molina, que gobernó treinta años… Y mató TREINTA MIL HAITIANOS”. Y en realidad es que no hay peor cuña que la del mismo malo. Pues Mamá Julia era hija de Erciná, la cual a su vez tuvo por mamá a “Diyetᔠque era haitiana de verdad.

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