Nuevo manejo déficit cuasifiscal

Nuevo manejo déficit cuasifiscal

POR JOSÉ LUIS ALEMÁN S.J.
Larga es la historia de los incumplimientos de préstamos  y de las maneras de honrarlos o de ignorarlos. Ya Aristóteles en su comentario sobre la Constitución de Atenas alababa a Solón por su decisión de abolir la última garantía habitual de préstamos: reducción del deudor a la categoría de esclavo vendible para  amortizar la deuda.

En los Evangelios  Jesús elogia la condonación de las deudas por un gran señor que había prestado una fortuna a un empleado suyo insolvente  condenado a la pérdida de sus bienes y a la venta en el mercado de esclavos junto con mujer e hijos. Este tipo de aval personal de préstamos  era común a varios pueblos de la antigüedad.

Más variados son las maneras de resolver bancarrotas estatales: concesión por el Estado de cargos, de servicios, de propiedad de bienes inmuebles, de derechos de explotación de minas o de líneas de navegación, de soberanía de territorios nacionales y hasta de alianzas matrimoniales a los prestatarios, etc.

  Los déficits cuasi fiscales nacen de situaciones extraordinarias que el Estado no puede satisfacer con sus recursos propios y que reclaman la intervención del Banco Central para que éste financie obligaciones de aquel y que deben ser honradas en un futuro indeterminado. Hay personas que no juzgan necesario o urgente solventar esas obligaciones del Estado con el Banco Central porque o no existió razón suficiente para la intervención del Estado o porque activos y pasivos públicos pueden saldarse mutuamente en una contabilidad pública global.

  Empecemos por aquí en referencia explícita a nuestra deuda cuasifiscal.

1. ¿Tiene el Gobierno que pagar la deuda cuasifiscal?

a)En problemas de obligatoriedad moral conviene siempre resaltar primero el valor primario envuelto en determinadas interacciones. Desde hace unos años se habla de “ontología” de las ciencias (ejemplos: el Búfalo Centre for Ontological Research, el Laboratorio de Ontología de Turín, o el Instituto de Ontología Formal e Informática Médica del Sarre), de análisis de los elementos fundamentales de la realidad que envuelve el trabajo “sucio” de conocerla empírica y no sólo normativamente.

Reglas de elemental convivencia social nos dicen que hay que cumplir con la palabra empeñada en todo préstamo libremente contraído. No devolver lo prestado es engañar al prestamista. Sólo no habría engaño si ambas partes estuviesen de acuerdo con que el préstamo no se pagará en forma alguna, como pudiera pasar en una dictadura cultivadora de la forma y despreciadora del fondo.

Contra la validez de esta regla suele aducirse que la libertad de quien solicita préstamos se encuentra a menudo muy limitada por apremiantes necesidades circunstanciales o económicas y que los prestamistas abusan de esa situación para cargar tasas abusivas de interés o reglas cuestionables contra la amortización prematura o parcial. De hecho abundan préstamos al módico 20% mensual amortizables sólo con pago del monto total. Esta argumentación es correcta pero no limita en modo alguno la obligación de pagar préstamos. Sí es válida para enjuiciar la aceptabilidad moral y social de las condiciones de pago, intereses incluidos.

La enseñanza de la Iglesia Católica tiene en cuenta tanto el principio de que para mantener la credibilidad y seguridad social “siempre hay que cumplir lo pactado” como el del que el pago nunca puede ser obligado con detrimento del mínimo social necesario para sobrevivir. Se impone entonces una renegociación equitativa. Esta posición refleja, más de lo que uno esperaría, la realidad de la vida, su “ontología”.

b) Experiencias del parecer de los pobres con diploma de barrios del Norte de Santo Domingo sobre el pago de préstamos me enseñaron que en la sucia realidad de los barrios el pagar deudas es obligatorio “porque si no quién nos va a prestar cuando tenemos necesidad” y que, por la misma razón, no se deben perdonar deudas por haber pagado ya intereses muy superiores al capital prestado. Aparentemente los economistas, y los moralistas, tenemos que tomar más en serio la ontología.

c) La deuda cuasi fiscal dominicana no es sólo entre el Estado y el Banco Central sino entre éste y los compradores de Certificados. El volumen de dinero necesario para rescatar a los depositantes del Baninter fue tan grande, mucho más de cualquier valor estimado, que el Banco para evitar una catástrofe inflacionaria y devaluatoria mayor tuvo que vender al público Certificados para sacar dinero de circulación. Obviamente en la crisis de confianza del 2003 los plazos de vencimiento de esos Certificados tenían que ser cortos y el interés alto lo que obligaba al Banco a renovar continuamente sus operaciones de redención y venta incrementadas por los intereses a pagar.

Más que negar lo innegable (contabilidad engañosa, irrecuperabilidad de préstamos vinculados y uso indebido de préstamos del Banco Central) se suele criticar la operación de salvamento casi total de depositantes irrespectivamente de la cuantía de sus depósitos como factor deslegitimador del déficit cuasi fiscal. La crítica se refiere particularmente a depósitos por valor de centenares de millones de pesos y a la incongruencia de que todo el país tenga que pagar esos rescates. Temo que quines así opinan no captan la urgencia de resolver una crisis sin discriminar a nadie.

La razón es sencilla para quienes saben que entre los mayores depositantes figuraban, por una parte, varias Asociaciones de Ahorro y Préstamos para la Vivienda y, por otra parte, empresas y personas deudoras importantes de clientes de otros bancos comerciales. Permitir su quiebra o dilatar el salvamento implicaba un riesgo apreciable de bancarrotas bancarias generalizadas.

d) Aceptar la deuda cuasi fiscal del Banco Central sin esperanza de redención inmediata por parte del Gobierno tiene sin embargo un alto costo para todo el país: obliga al Banco a renovar los Certificados a tasas de interés suficientemente altas para movilizar su demanda sin incentivar una fuga a otros instrumentos financieros. Intereses altos obligados y políticas monetarias de desarrollo no son fáciles de conciliar y cuestionan la calidad de políticas del Banco.

2. El nuevo manejo de la deuda cuasifiscal

a)Simplificando mucho diría que hasta hace pocos meses el Banco Central ha manejado esta deuda bajo la meta de contener inyecciones masivas de dinero para cumplir los breves plazos de amortización de los Certificados aun si de esta manera aumentaba por la lógica de altos intereses el monto total de la deuda. A base de prudencia y de paciencia logró el Banco restaurar su credibilidad controlando la inflación y la devaluación. Obviamente los altos intereses limitan la inversión y el producto.

Esta peligrosa política monetaria fue complementada con bajísimas tasas de interés de los depósitos en dólares en el país que fueron usados por las grandes empresas para financiar sus inversiones y con un fenomenal aumento de liquidez del sistema bancario resultado de la rentabilidad y liquidez de los Certificados. La estrategia tuvo sus costos: en principio aumenta la deuda a corto plazo en dólares del sector privado y, por lo tanto, el riesgo país y dificulta inversiones de empresarios sin acceso a dólares. Recuperada su credibilidad pudo el Banco colocar nuevos Certificados a tasas de interés más bajas reduciendo así la tasa de crecimiento de la deuda cuasifiscal. Lógicamente a medida que bajaban los intereses, sobre todo desde que se fijan por amortización, disminuía la brecha entre ellos y los de otros instrumentos financieros hasta llegar el momento en el cual el monto de la deuda tiende a estancarse porque la brecha es ya mínima.

Queda sin resolver el problema de renovar la emisión de Certificados en la medida en que éstos van venciendo.

b) El Banco Central trata de alargar los plazos de vencimiento de sus Certificados y evitar amortizaciones a presentación por parte de sus tenedores que cuestionan las metas cuantitativas de la programación monetaria.

Para obtener una buena colocación de sus títulos de deuda el Banco emite a partir de Agosto tres tipos de instrumentos por un monto total de 5,000 millones de pesos cada uno: Notas de renta fija con vencimiento de 2 a 5 años con interés determinado por subastas públicas competitivas o por determinación del Comité de Mercado Abierto; Certificados de Inversión a Largo Plazo de 2 a 5 años referenciados a la tasa de interés pasivo promedio ponderada de los bancos múltiples más una prima subastada; Certificados de Inversión a Largo Plazo de 5 a 10 años referenciados a la variación del Índice de Precios al Consumidor más una prima de tasa de interés fija anual subastada.

Otras novedades relativas son el monto mínimo de un millón de pesos por certificado, prohibición de redención por el Banco Central antes de la fecha de vencimiento y aceptación de las “administradoras de fondos de pensiones, dados los aprestos llevados a cabo para que los fondos de pensiones puedan ser invertidos en títulos del Banco Central”.

Llaman la atención la variedad de formas para fijar el interés nominal, el monto total, la naturaleza renovable de las emisiones, la aceptación de las administradoras de fondos de inversión como potenciales demandantes y el monto mínimo tan elevado de los instrumentos ofrecidos.

La impresión que dejan estas más menos recientes novedades es el propósito del Banco de asegurar la colocación por un monto total equivalente al pago de intereses anuales de la deuda (15,000 millones) entre grandes clientes que obedecen de forma distinta a riesgos (Preferencias especulativas, variaciones eventuales de tipos de intereses pasivos y de precios).

El Banco obviamente quiere colocar el total autorizado -la aceptación de las administradoras de fondos de pensión parece el garante de última instancia- y limitarse en el futuro al pago de intereses sin grandes esperanzas de que el Estado pueda pagar su deuda pero sin la eventual presión de tenedores de su deuda. La deuda cuasi fiscal, siempre renovable, será “eterna” o más exactamente indefinida. Nada nuevo ni demasiado llamativo como se percibe en la evolución de la deuda del Tesoro de los Estados Unidos y otros países.

4. Reflexión final

En general el manejo de la deuda cuasi fiscal del Banco parece muy bueno. Sin embargo el costo ha sido, es y será grande: la relativa independencia de la política monetaria ha quedado disminuida. A pesar de que el origen de esta deuda hay que colocarlo en algunas empresas privadas y no tanto en el Gobierno hay que censurar la poca importancia práctica, que el gobierno ha prestado a esta obligación visible en su débil presencia en el Presupuesto.

3. Evaluación

a) Como decimos de políticas económicas la estrategia del Banco Central es un compromiso entre el ideal de la eliminación de la deuda cuasi fiscal por parte del Gobierno y el fantasma de su continua liquidación. El Banco gana varios grados de libertad para su política monetaria y bancaria pero tendrá que comprometerse a contener la inflación y a mantener a niveles relativamente altos el interés, dos factores que afectan el monto por interés a pagar de dos de los nuevos títulos de deuda.

En realidad en nuestro modelo de políticas monetarias más centradas en la cantidad de dinero que en el interés, el Banco siempre está presionando a restringir el circulante para disminuir el riesgo inflacionario lo que tiende a incrementar intereses bajos. Sin embargo intereses reales altos con baja inflación no es aconsejable para el desarrollo económico del país. Esta dicotomía de objetivos (estabilidad de precios, intereses altos) más bien contrapuestos que complementarios acentúa la dificultad de un manejo adecuado de la economía y de la deuda cuasi fiscal.

Particularmente riesgosa parece la tendencia de los inversionistas de financiarse por el diferencial de intereses en dólares y en pesos. La experiencia nos ha enseñado, por una parte, que tantos cambios reales como esperados pueden provocar fugas de capital devaluatorias que apenas pueden combatirse a no ser por bruscos aumentos del interés, y, por otra parte, que nuestra economía es muy dependiente del turismo y de la demanda del mercado norteamericano, factores totalmente fuera de nuestro dominio. La brecha de financiamiento entre préstamos en dólares y en pesos, necesaria para nuevas inversiones, debiera ser menor.

b) Una consecuencia muy positiva del manejo de la deuda cuasi fiscal es el auge del mercado de valores que debe ocasionar la aceptación de Certificados de Inversión a Largo Plazo por parte de instituciones financieras y sobre todo de las administradoras de fondos de pensión muy limitadas hasta ahora a inversiones en la banca comercial.

Aunque poco ortodoxa, pero usual, la conversión práctica de la deuda cuasi fiscal del Gobierno en deuda del Banco Central es condición necesaria para el acceso del sector público al mercado de valores.

c) Esta conversión práctica de deuda no debe significar su condonación a favor del Gobierno. Mientras que la deuda cuasi fiscal del Estado subsista, sobre todo cuando es importante, se obliga al Banco Central a conceder a su manejo una importancia prioritaria y hasta a supeditar a ella su política monetaria.

Puede argüirse que la necesidad de honrar su nueva deuda obliga también al Banco Central a una más responsable política monetaria. Esta ventaja externa debe balancearse con el peligro de que una vez abiertas las puertas al financiamiento del Estado, sea o no justificado, resulte más fácil repetir políticas fiscales deficitarias. Por este peligro y sobre todo porque un Estado tiene que dar ejemplo de cumplimiento de sus obligaciones no es recomendable que dé por cerrado el caso del déficit fiscal. El origen de casi todas las grandes crisis económicas son los déficits fiscales y el endeudamiento excesivo del sector público. Casos provocados por mal manejo de la banca comercial y de tal magnitud como el dominicano son menos frecuentes.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas