Nuevo reporte de mi observatorio de aves

<P>Nuevo reporte de mi observatorio de aves</P>

Esta semana mi níspero fue visitado por una avecilla tan amarilla que parecía una yema de huevo voladora. ¡Fue un encanto verla!

He compartido con mis lectores mi persistente afición a la observación de aves. El asunto comenzó en la secundaria, cuando un grupo de amigos formamos en el colegio un club cuyo propósito original fue ganar una apuesta: demostrar que podíamos participar en un “field-day” o kermesse y recaudar fondos con una idea aparentemente disparatada. Pero el antecedente era que, como hijo de cazador, desde niño disfrutaba identificando a los pájaros por su canto o su vuelo.

Esta semana me sorprendió el arrullador canto de un rolón aliblanco a una inusual hora: ¡tres y media de la madrugada! Dado que en esta época están apareados o sacando pichones, quizás este rolón llamaba a su pareja… ¿Dónde habrá estado a esas horas ese rolón vagabundo?

El rolón forma parejas monógamas, y macho y hembra secretan una “leche de buche” para alimentar sus pichones.

En Santo Domingo, los rolones, tórtolas y palomas han sido muy apreciados. Les he contado antes que Balaguer, en un discurso, recordó cómo en una época de gran pobreza los munícipes debieron comerse hasta las rolitas casi mansas que abundan todavía hoy en la ciudad. Y Buenaventura Báez, para quien la sabana donde está hoy el Parque Independencia era un coto de caza de palomas, se burlaba de Meriño citando su origen humilde, que incluía haber andado de muchacho descalzo o en chancletas vendiendo palomas por las calles, antes del esplendor que logró por sus viriles méritos eclesiales y políticos.

Lo cual me recuerda que hay frecuentes menciones de estas aves, especialmente la perdiz, en toda la literatura, como es el caso del autor de “El conde Lucanor”, el rico político don Juan Manuel, considerado desde el siglo XIV uno de los padres de la prosa literaria en castellano, quien no perdía oportunidad de citar el valor gastronómico de las aves de caza.

Este año el fin de la cuaresma se nos viene encima con una prohibición insensata de la cacería dispuesta por la Secretaría de Medio Ambiente.

Ojalá el descanso y la meditación de Semana Santa enfríen las cabezas que mal aconsejaron e iluminen a los que deciden….

Mientras tanto, cualquier día les cuento de las ciguas que anidaron en mi níspero…

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