Nuevos retos

Nuevos retos

BONAPARTE GAUTREAUX PIÑEYRO
Mi generación hizo todo lo posible para que nuestro país viviera bajo el sistema democrático. Dada nuestra juventud de entonces éramos unos soñadores, unos perseguidores de la utopía y ojalá que nunca dejemos de soñar. Soñar, pero con los pies puestos sobre la tierra y los ojos tan despiertos como nos han enseñados los escamoteadores de la democracia. Esa gente que ha hecho las trampas y luego acomoda las leyes a sus mañoserías, esa gente que se sienta a esperar que los demás resuelvan los problemas más delicados para entrar ellos a usar su dinero, desplazar a los soñadores y sentarse en la mesa a darse el hartazgo.

Mientras los jóvenes de entonces íbamos a las cárceles, a la muerte, al exilio, a las guerrillas, a las calles, a las huelgas, a la guerra contra el enemigo interno y contra el extranjero intruso, esos, los beneficiarios de siempre, veían los toros desde las barreras y sonaban los cantos de sirena sin que tuviésemos el cuidado de Ulises de tapar los oídos.

Este sistema democrático, que es bueno pero está distorsionado, demanda las reformas que requiere para que la nación sea bien gobernada, a favor de todos, sin discriminaciones, sin exclusiones.

En una palabra: hay que ampliar la democracia. Hay que establecer la igualdad de todos ante la ley, la igualdad de todos, porque como dice el refrán, «todos somos iguales, pero hay algunos que somos más iguales que otros».

Mi generación no luchó para que la democracia dominicana fuera corrupta, para que suframos un sistema judicial de decisiones desequilibradas a favor de los ricos, para que mantengamos soldados y policías que actúan como fuerza de ocupación, como tropa de choque contra el pueblo llano a favor de los que tienen poder político y económico, para que haya tantos religiosos siempre prestos a la frase lisonjera para cobrar en prebendas de uno y otro tipo.

A veces parece como si no supimos por qué luchábamos. Era que no conocíamos cómo se podían retorcer las leyes, las instituciones y tantos hombres y mujeres que dejaron la honra en el camino, si es que alguna vez la tuvieron.

Creo que el mal no está no está en las sábanas, que no son la Constitución y las leyes las incorrectas, las inadecuadas a los tiempos actuales, son los hombres y mujeres que no resisten la tentación de tomar lo ajeno como propio, para lo cual se escudan en el poder político y se amparan en sus relaciones con el poder religioso y económico.

Eso sí que no lo supimos prever. Entonces ¿qué hacer?

Durante décadas hemos participado, denunciado y gritado a los cuatro vientos los problemas y sus posibles soluciones.

Pienso que cada uno en su actividad debe y puede ser un ejemplo a seguir por sus familiares, por sus amigos, por sus vecinos.

Einsten decía: La vida es muy peligrosa. No por las personas que hacen el mal, sino por las que se sientan a ver lo que pasa.

Si la maldad es contagiosa y epidémica, comencemos oponiéndole la seriedad, el cumplimiento del deber, el respeto a las leyes morales, la solidaridad, la amistad verdadera y el amor a la Patria.

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