Nuevos signos de crisis

Nuevos signos de crisis

Dos componentes de la realidad deben concitar la preocupación de aquellos que nos hemos sentido con la responsabilidad de orientar y asumir posiciones responsables  acordes con las necesidades del entorno social donde actuamos y de la sociedad en su conjunto: la primera es que cada vez se hace más evidente la determinación de la cúpula del PLD de retener el poder, aunque sea por las malas, para evitar que se les descalabre su proyecto autoritario; y la otra es la reiteración del conjunto de poderes dominantes de reproducir el bipartidismo prevaleciente en nuestra sociedad desde los años setenta, como la mejor forma de dominación “democrática”, centrada en un modelo que reproduce y potencia la polarización y las injusticias sociales, a costa de destruir para siempre la República Productiva y la sostenibilidad ambiental de nuestro pateado país.

El sesgo que ha tomado la campaña electoral en las últimas semanas y los propios actores políticos, la avasallante acción del aparato de propaganda, así como las dos grandes encuestas aparecidas simultáneamente el pasado 12 de marzo, evidencian con más claridad estos dos componentes de la realidad.

Se está preparando el escenario para imponer la determinación continuista de la cúpula peledeísta, al tiempo que se trata de conjurar cualquier agrietamiento de la muralla del bipartidismo, tratando de fijar la idea de que cualquier candidato u opción política que apunte a este agrietamiento, más que crecer lo que hace es reducirse, conjurando así el peligro.

Es difícil saber cuál de los dos candidatos mayoritarios es el que concita mayor apoyo de los círculos de poder nacional y extranjero que gravitan sobre nuestra sociedad, pero sí hay una coincidencia entre la determinación de retener el poder de la cúpula del PLD y la necesidad de esos círculos dominantes de conjurar los peligros de un agrietamiento de la muralla del bipartidismo: para los peledeístas, el crecimiento de la candidatura de Guillermo Moreno, en parte, se produce a costa de votos de clase media que en las últimas décadas se han inclinado mayoritariamente hacia la candidatura del partido morado; y en relación al poder dominante, cualquier grieta en la muralla del bipartidismo constituye una amenaza para una dominación que no ha tenido problemas de consideración desde los años setenta del siglo pasado.

Seguiré tratando este tema. Pero llamo la atención de los sectores progresistas y honestos de nuestra sociedad de que tengamos presente, que por encima de nuestras diferencias, nuestra sociedad tiene por delante un cuadro de crisis y que cual que sean nuestras diferencias, debemos evitar desgastar nuestras fuerzas en estériles debates, mientras el enemigo de verdad actúa impunemente en la acera de enfrente.

 

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