Números y encantamiento

Números y encantamiento

Ayer el principal economista del PRD, que antes había asesorado empresarios en pugna con el Presidente Balaguer, luego al Presidente Fernández, después fue “éminence grise” del Banco Central del Presidente Mejía (con un interludio previo sirviendo a Danilo Medina) y más tarde del aspirante presidencial fallido Vargas Maldonado, ha vuelto a la carga tratando de atribuirle al gobierno los efectos del alza del petróleo y la crisis financiera global.

Negar que los precios de muchos componentes de la llamada canasta familiar han subido sería una imbecilidad. Es claro que el arroz ni las habichuelas, el pollo ni el cerdo, los huevos ni la leche, los aceites ni las cebollas y ajos, podían mantener su precio del 2004, cuando subió al poder Leonel Fernández, porque ninguno de los insumos necesarios para su producción ha mantenido su precio.

En agosto del 2004, el barril de petróleo estaba a cerca de US$30 mientras en agosto del 2008 llegó a casi US$140, o sea casi cinco veces más. Ha sido devastador el impacto que este aumento de casi quinientos por ciento ha tenido sobre la economía mundial y más todavía en muchos países como el nuestro, importador neto de hidrocarburos. Desde los fertilizantes hasta las manufacturas que importamos, todo ha subido reflejando ese enorme brinco.

El aumento del petróleo coincidió con la inmensa crisis financiera ocasionada inicialmente por el descalabro hipotecario de los Estados Unidos que barrió con varios de los mayores bancos y obligó a Washington a intervenir para salvar su sistema financiero de la catástrofe. Todavía hoy el mundo está con los nervios de punta por la situación presupuestaria y fiscal de los Estados Unidos tras esa debacle, pues su nivel de endeudamiento escapa toda lógica financiera. En este ambiente tan enrarecido, con tan pocas perspectivas de crecimiento, la República Dominicana ha sido de las economías que más han crecido en los últimos años. La relativa estabilidad ha permitido que el flujo de inversión extranjera haya sido mayor que en cualquier período anterior. La confianza en el país ha facilitado acceder a financiamientos para construir obras y mantener otros gastos oficiales, entre ellos el apoyo social con subsidios focalizados, a los que me opongo por principio pero que han cumplido su función.

Es quizás natural que tras tanto luchar contra circunstancias tan adversas desde 2004, la capacidad de encantar del Presidente Fernández sufra. Pero los números perdurarán.

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