Nunca falta alguien así

Nunca falta alguien así

Una barcaza llena de productos para ser llevados a Haití, ancló en el muelle de Barahona. Desde la primera semana después del terremoto del 12 de enero, la ciudad sureña despertó de un profundo letargo. El nuevo y a la vez antiguo aeropuerto internacional María Montez fue abierto. El muelle, que de tarde en tarde recibe barcos en busca de yeso, se avivó de nuevo. Camiones y camiones llegaban en procura de las cargas que llevarían hacia Haití por la vía de Cabral o Vicente Noble para llegar a Jimaní.

Una inmensa cantidad de dominicanos aportaban en ciudades y pueblos lo que buenamente podían ofrecer. De esa unidad de medida a la que denomino “inmensa cantidad” se desprendieron alimentos enlatados, agua procesada en botellas de medio litro y latas de leche. Preciso es incluir otro número incontado de cuantos donaron ropas usadas para niños y adultos haitianos. Pero en Barahona, unos saqueadores deseaban aguar la fiesta.Y en efecto, a la febril vocación filantrópica desplegada por pueblo y gobierno dominicanos, llegaron los saqueadores con agua para el sancocho. Nunca falta alguien así. Que ladrones de ocasión despertaran en Puerto Príncipe incitados por el hambre, se comprende. La capital haitiana perdió miles de sus habitantes entre escombros de casas y edificios destruidos por el movimiento telúrico. Los sobrevivientes contemplaron la desaparición de medios de subsistencia.

Que un grupo de asaltantes barahoneros decidiera romper la verja ciclónica que separa la acera de la avenida junto al mar de los depósitos abiertos del muelle, es una vergüenza. Y aunque ha pasado casi una semana desde su ocurrencia, la sociedad barahonera debía condenar el asalto. Porque este acto incalificable habla mal de la comunidad, no únicamente de los rastreros salteadores. De ahí la obligación social de establecer diferencia entre el quehacer de los barahoneros y de la trulla de saqueadores.Los barahoneros decentes, que son, sin discusión, una inmensa mayoría de los allí nacidos y de sus residentes, debe reclamar que se esclarezca el incidente. La dotación policial debe asumir el papel que le corresponde para apresar al grupo de asaltantes. Barahona, a una sola voz, además, debe montar un radio-tele-maratón para recaudar ayuda para los haitianos. Estoy plenamente consciente que Barahona, como el resto del país, hizo su aporte a los damnificados haitianos tan pronto se conoció de la magnitud del desastre.

Pido, sin embargo, un acto de reparación. Mucho o poco cuanto se recoja, el que la sociedad se levante denostando el saqueo y aportando una compensación será de provecho moral. Y hará que donantes del exterior, como el caso de Puerto Rico, isla vecina de donde provino la barcaza, no piensen mal de los dominicanos. Razones no existen para que nos juzguen por este asalto. Pero si al ejemplo de solidaridad que se ha dado en República Dominicana se suma un rechazo formal de los barahoneros por este suceso, se enaltecerá aún más el nombre de nuestro pueblo.

Y entonces podremos decir que aún entre gente buena, nunca falta alguien así.

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