Nunca fue fácil ser hombre o mujer

Nunca fue fácil ser hombre o mujer

Rafael Acevedo

Nunca fue fácil ser hombre o mujer. Siempre se necesitó fe, una creencia, una revelación, un mandato, una inspiración, o un temor.

Cuando escucho la queja, justificada, de la falta de igualdad ante la ley del hombre y la mujer, pienso en los tiempos de guerra, en los millones de hombres, casi adolescentes, que murieron en la Segunda Guerra Mundial, es decir, hace apenas unas cuantas décadas. Ninguna mujer reclamó igualdad.

Aunque, es preciso decirlo, no fue porque las mujeres tenían falta de valor y coraje, pues la historia, la nuestra de modo muy especial, muestra a muchas de estas que se hicieron fusilar por defender nuestro proyecto de nación libre e independiente.

Pero la cultura del “take it easy”, de cogerlo suave, del placer sensual y del consumo, y la ausencia de amenazas a la seguridad territorial, bajo un pretendido universalismo han llevado a muchos pueblos a un adormecimiento respecto a los valores y compromisos básicos de ciudadanos, y respecto de los principales roles sociales, tales como padres-hijos, hermanos; a una pérdida del sentido de compromiso patrio; bajo el efecto del pseudo universalismo, que no pasa mucho más allá del contacto y la comunicación a través de los medios masivos y particularmente de las redes cibernéticas.

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Hombres y mujeres de hoy están frecuentemente recelando y rechazando el matrimonio y la familia; mirando los roles de padre y de madre como demasiado exigentes y comprometedores. Los hijos reclaman también mayor independencia y condiciones de auto complacencia. El hogar tradicional se desfigura y va perdiendo candidatos. Los compromisos del matrimonio son sentidos por muchos y muchas como excesivamente demandantes y restrictivos en cuanto a sus libertades individuales. Todo lo pone en peligro de extinción a la familia, la cual ha sido la base conductual y organizativa de nuestras sociedades.

Así como Diógenes de Sinope, el cínico, buscaba con una lámpara en plena luz del día, a un hombre honesto, va haciéndose difícil encontrar los varones y las hembras que quieran aceptar el matrimonio tradicional en determinados estratos de nuestra sociedad.

Desde Sodoma y Gomorra hasta los Romanos, pasando por docenas de casos que registra la historia, todas las civilizaciones que se dedicaron al placer, que lo “cogieron fácil” fueron sometidas por sus adversarios o desaparecieron.

Lo más peligroso es que nuestras sociedades no cuentan con mecanismos de control y organización social que sustituyan con eficacia a la familia. Ni para evitar que el mundo se auto destruya, ya sea desde abandonando los valores patrios y culturales. O desde el aire, con misiles, bombas y gases mortíferos.

Pero todos estamos demasiado entretenidos viendo el espectáculo del desorden, de las diversiones degeneradas; o simplemente demasiado cómodos para movilizarnos. A menudo también, impotentes y apocados como para sentir que somos capaces de hacer algo.

Por fortuna queda Dios, para bendición de todos. Y no pocos estamos seguros de que vendrán, de alguna manera, mejores cosas. Sea aquí, en esta tierra, o allá donde Él habita y nos tiene hogar, amor y paz para siempre.