Ella nunca será la misma. Su vida fue destrozada y, aunque recoja los pedazos de sí con el acompañamiento de terapia, siempre se le quedará alojado un dejo de tristeza en el alma: a las víctimas de abuso y violación les cuesta demasiado sanar.
Como sucede tantas veces en el caso de la estudiante de San Pedro de Macorís los perpetradores fueron dos personas de extrema confianza que estaban obligados a protegerla en lugar de dañarla.
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Si ya es terrible que dos profesores hayan abusado/violado a una adolescente de 13 años en el Centro Educativo La Siria, en el municipio de Quisqueya, más doloroso es que hayan encontrado complicidad/impunidad en una parte de sus compañeros, quienes entendían que debían encubrirlos para no dañar sus carreras.
Que la directora, la orientadora, el coordinador administrativo y un representante de la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) no denunciaran de inmediato, consultaran a los maestros para decidir qué hacer con los responsables y se prestaran a ocultar lo ocurrido es grave, otro abuso contra a la víctima y un terrible ejemplo para los estudiantes que “forman”.
Por fortuna el conserje y la comunidad no callaron, denunciaron y protestaron, dando un buen ejemplo. El silencio, en estos casos, nunca se vale.