Obama, el portaaviones que enterró a Bin Laden y un partido de baloncesto

Obama, el portaaviones que enterró a Bin Laden y un partido de baloncesto

Macarena Vidal A bordo del portaaviones «Carl Vinson», (EFE).- ¿Qué tienen en común el presidente de EEUU Barack Obama, el portaaviones que echó al de Marzo el cuerpo de Osama Bin Laden y dos universidades? Un partido de baloncesto.

Obama, que se encuentra de camino a Hawai para presidir este fin de semana la cumbre de la APEC, se detuvo hoy en San Diego (EEUU) para asistir al primer torneo «Carrier Classic» (el clásico de los portaaviones), a bordo del «Carl Vinson», que disputaban los equipos de las universidades Michigan State y Carolina del Norte (UNC). Era la guinda de una jornada de homenaje a los militares al celebrarse hoy en EEUU el día de los veteranos de guerra, muchos de los cuales ocupaban alguno de los 7.000 asientos en la cubierta del buque para ver el partido.

El escenario estaba cargado de simbolismo- el «Carl Vinson», desde el que se lanzaron algunos de los primeros ataques en la guerra en Irak y que ha servido misiones humanitarias en Haití, es el buque desde el que se arrojaron al de Marzo los restos del terrorista más buscado del mundo, Osama Bin Laden, muerto en mayo en Pakistán a manos de un comando estadounidense. Aquella sepultura en el mar, pese a que EEUU aseguró que se había cumplido con el rito islámico, causó en su día una enorme polémica en el mundo musulmán, cuya religión exige dar sepultura en tierra firme.

En una imagen que retrotrajo a algunos varios años -a mayo de 2003, cuando el presidente George W Bush compareció en la cubierta de otro portaaviones en la bahía de San Diego para declarar «misión cumplida en la guerra en Irak- Obama, acompañado de su esposa Michelle, llegó vestido con chaqueta de piloto, adornada en la pechera con su nombre y el título «comandante en jefe». Pero ahí acabaron los paralelismos. Si Bush había acudido para declarar -prematuramente- el éxito de una guerra recién comenzada, Obama llegaba pocas semanas después de declarar el fin definitivo para EEUU de su intervención en el país árabe. Y, sobre todo, venía para conjugar trabajo y diversión.

 El baloncesto es una de sus grandes pasiones, hasta el punto de que de adolescente acarició ambiciones de jugar profesionalmente. Ya en la Casa Blanca, practica este deporte siempre que puede y ha llegado a ser entrenador ocasional de los equipos de sus hijas.

Antes de que comenzara el partido sobre una cancha levantada especialmente para la ocasión sobre lo que habitualmente es la pista de aterrizaje del portaaviones, Obama dedicó unas palabras a glosar la rivalidad de los dos equipos pero, también, declarar su «orgullo» como comandante en jefe de las tropas. Político al fin y al cabo, aprovechó también para promover una de sus propuestas legislativas, que el Congreso apruebe una medida para facilitar que las empresas contraten a veteranos.

Pero la mayor ovación la recibió cuando recordó cómo el portaaviones jugó un papel en la «crítica misión para hacer que Osama Bin Laden recibiera justicia». El partido estuvo rodeado de todas las alharacas. Televisado por el principal canal deportivo de EEUU, no faltaron famosos entre los espectadores como la actriz Pamela Anderson, o el ex jugador estrella de Los Angeles Lakers «Magic» Johnson, padrino de Michigan State, donde estudió dos años.

Aun con todo ello, no se pudo negar que se celebraba en un portaaviones. Antes de comenzar, como es habitual en los encuentros deportivos en EEUU, se interpretó el himno nacional. Pero en pocos encuentros universitarios, los últimos acordes habrán coincidido con el sobrevuelo de honor de dos cazas de la Fuerza Aérea.

Tampoco muchos se habrán visto interrumpidos a poco más de cinco minutos de juego para que se arriara la bandera. Ni habrán recibido tantas o más ovaciones los dos equipos -finalistas hace dos años de la Liga universitaria- como las Fuerzas Armadas a lo largo del encuentro. El encuentro concluyó con la victoria de UNC, que dominó con claridad toda la segunda parte, por 67 a 55. Pero el resultado, por una vez, era lo de menos. EFE

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