Obama juega el fútbol brasileño

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El presidente estadounidense Barack Obama no sólo acudió ayer domingo a los famosos sitios turísticos de Río de Janeiro, en Brasil, sino que también visitó la notoria favela Ciudad de Dios, hasta hace poco controlada por un cártel del narcotráfico.  En un centro comunitario, el presidente se quitó el saco y la corbata, se arremangó la camisa e hizo algunas suertes con una pelota de fútbol junto con un niño, que estaba feliz.

RIO DE JANEIRO
AP.
El presidente estadounidense Barack Obama no sólo acudió ayer a los famosos sitios turísticos de Río de Janeiro, sino que también visitó una notoria favela hasta hace poco controlada por un cártel del narcotráfico. 

Los habitantes llenaron aceras, tejados y balcones para saludar a la flamante limusina negra de Obama cuando pasaba por las estrechas calles. El lujoso vehículo contrastaba con la pobreza en Cidade de Deus (Ciudad de Dios), famosa por una película del mismo nombre.   En un centro comunitario, el presidente se quitó el saco y la corbata, se arremangó la camisa e hizo algunas suertes con una pelota de fútbol junto con un niño, que estaba feliz. Michelle Obama y sus hijas Sasha y Malia también patearon un balón con otros niños.   Luego Obama salió a la calle y saludó a una multitud de residentes que lo vitoreaban. Decenas de infantes se agolpaban contra una cadena que les impedía el paso, intentando obtener un vistazo del mandatario, mientras varios guardias permanecían apostados en los tejados de metal de las humildes viviendas. 

En este país de 190 millones de habitantes donde más de la mitad son negros, la elección de Obama fue vista como una inspiración para muchos, afirmó Ana Luiza Paradiso, una ama de casa de 40 años.   “El nos abrió un camino. El hecho de que él sea negro permite que otras personas puedan soñar. Tenemos un vínculo real, una empatía real por Obama”, dijo Paradiso.

No es negro

«¡Pero… no es negro!», exclama decepcionado Claudio, un vecino de la favela Cidade de Deus, al ver al presidente  Obama.   Claudio, de 35 años, es negro como la enorme mayoría del barrio, pero después de esperar con impaciencia al «primer presidente negro de Estados Unidos», lo encontró «pálido».  La casa de Claudio y su hermana Leila está situada exactamente frente a la escuela donde Obama asistió con su esposa y sus hijas a un concierto de percusionistas.

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