Obama: una tierra prometida

Obama: una tierra prometida

Sin prisa, pero con mucha curiosidad me dediqué a una calmada lectura de la narrativa autobiográfica del presidente número 44 de los Estados Unidos, abogado y exsenador por el Estado de Illinois, Barak Obama.

Ya había leído el primer libro de su autoría titulado Sueños de mi padre. A raíz de. su juramentación como Jefe de Estado de la nación más poderosa del mundo escribí para este periódico el 26 de enero de 2009 un artículo que titulé: “Obama: del dicho al hecho.

Decíamos en esa ocasión: “Varios son los factores que de manera notoria contribuyeron al triunfo electoral del senador Barak Obama sobre su contendor republicano. Merece la pena destacar la situación de crisis financiera, social, ético-moral y política que hizo clímax al momento de las elecciones.

Obama, joven henchido de ideas redentoras, se convierte en el símbolo del cambio. Promete revertir junto a su pueblo la caótica pendiente por la que de una manera vertiginosa resbala la economía del dólar.

Anuncia la creación de cuatro millones de empleos, terminar la guerra en Irak, reformar el deficitario sistema de salud, así como enderezar las torcidas finanzas. Consigue agenciarse el apoyo de un importante sector del poder mediático, grupos religiosos, artistas y escritores.

Optimizó el uso de Internet y la televisión, explotando al máximo sus grandes dotes de comunicador y de orador…

Enmarcado dentro de un esquema con profundas raíces conservadoras, habremos de esperar para saber si sus planteamientos programáticos se plasmarán en realidades. Su reto es pasar del dicho al hecho, que ojalá le resulte ser un trecho corto”.

Una Tierra Prometida, de acuerdo con el escritor, es la primera parte del recuento de sus ocho años en la Casa Blanca. Aquel mulato de mirada sonriente y humilde va desnudando un alma progresivamente mutante, sujeta al vaivén de las circunstancias, en las que cuando digo diego, puede que dije otra cosa.

Habla del sueño americano y de los principios en que se basaron los fundadores para la construcción de esa gran nación. Destaca su participación en la solución de la problemática política de Egipto, su intervención directa en el derrocamiento del jefe de Estado libio, así como en la captura y muerte del autor intelectual del derribo de las Torres Gemelas de Nueva York.

Reconoce el incumplimiento de varias de sus promesas de campaña y los reclamos públicos que muchos de sus simpatizantes le reiteraban en algunos encuentros. Se preguntaba a sí mismo cuántos de sus anhelos de vida quedarían con vigencia al final de su mandato.

Ni su adorada esposa con más tiempo en el ejercicio del derecho, escapaba a los argumentos consoladores de su compañero. Confiesa ser admirador de Abraham Lincoln, Martin Luther King, Jr., Nelson Mandela y Mahatma Gandhi.

De este último, expresa: “Gandhi había ejercido una profunda influencia en mi manera de pensar. De joven, estudié sus escritos y descubrí que daba voz a algunos de mis instintos más profundos.

Su idea del “satyagraha”, la devoción por la verdad, y el poder de la resistencia no violenta para remover las conciencias; su insistencia en nuestra común condición humana y en la esencial unidad de todas las religiones; y su creencia en la obligación de toda sociedad, a través de sus respectivas formas de organización política, económica y social, de reconocer la misma valía y dignidad a todas las personas…”.

Con la segunda parte tendremos una mejor valoración de su mandato.

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