El obispo Telésforo Isaac, líder de la Iglesia Episcopal Dominicana, analiza la situación actual y las perspectivas en la isla La Española, compartida por Haití y la República Dominicana.
Su formación en el Seminario Teológico Episcopal de Haití, su experiencia laboral en el Departamento de Seguro Social del Ingenio Porvenir y su dedicación encomiable en la asistencia social en los bateyes le confieren una autoridad innegable para abordar las complejidades de la crisis haitiana y la relación con República Dominicana.
Con una panorámica enriquecida por su profundo conocimiento de ambas realidades culturales, el obispo Isaac emerge como un interlocutor válido.
Su visión podría aportar perspectivas importantes para el entendimiento de los lazos históricos, culturales y económicos entre ambas naciones, así como para la búsqueda de soluciones sostenibles que promuevan la estabilidad y el bienestar entre ambas naciones.
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El mitrado destaca la interconexión histórica y cultural entre ambos países al describirlos como «hermanos siameses» cuya relación está arraigada en una larga historia compartida.
«No hay forma de separar totalmente Haití de la República Dominicana (…); estamos en una isla, Quisqueya, debemos convivir y estar unidos en forma para desarrollarnos cada uno en su tierra».
La relación entre Haití y la República Dominicana ha sido compleja y a menudo marcada por tensiones, pero el Obispo Isaac enfatiza la necesidad de superarlas y trabajar hacia un futuro común.
Desafíos y oportunidades en la crisis haitiana
No obstante, reconoce los desafíos inherentes a esta empresa, incluida la diversidad cultural y las disparidades socioeconómicas que existen entre ambas naciones.
En cuanto a la crisis actual en Haití, el obispo Isaac identifica varios factores subyacentes que han contribuido a la situación actual.
«Los grupos traídos como esclavos a esta parte del mundo provenían de distintas tribus y hablaban idiomas diferentes. Y los conquistadores forzaron a estos grupos a vivir bajo su dominio imponiendo la fe católica romana y los principios de las potencias coloniales».
Resalta la influencia persistente de una clase blanca dominante que ha perpetuado la explotación y la marginalización de la mayoría haitiana.
«Mantenerlos sin educación, mantenerlos ignorantes… La educación en sí, para la clase media y la clase alta, es superior a la República Dominicana, pero llega a muy pocas personas».
Un futuro de esperanza y colaboración
En medio de estos desafíos, Isaac vislumbra posibilidades de solución.
Destaca el reciente nombramiento de un Consejo Presidencial de Transición en Haití como un paso positivo hacia la estabilidad política.
«Si ellos hacen que el pueblo tenga confianza y se pueda establecer medios para elecciones y la eliminación de los grupos, Haití puede ser un país que se pueda desarrollar en turismo, relaciones internacionales y mejora del pueblo en educación, sanidad y seguridad social», afirmó.
Apremian la unidad entre los diversos grupos haitianos, así como la conciencia y el compromiso de la clase dominante para trabajar hacia un futuro más justo y próspero.
«Haití necesita que todos los grupos tengan mente de pacifistas, de servirse unos a otros, de nacionalismo en forma consciente pero moderada».
De la experiencia arraigada en las dos comunidades que ha servido durante décadas, propone un enfoque colaborativo entre los intelectuales haitianos, incluidos aquellos de la diáspora, para implementar lo que denomina un «Plan Marshall» interno que aborde las necesidades urgentes de ese país en términos de desarrollo económico, educativo y social.