Obnubilación presidencial

Obnubilación presidencial

El Presidente Hipólito Mejía está convencido de que la decisión tomada con relación al salvataje del Baninter fue la correcta. Lo planteó en su discurso del 27 de febrero, 2004. Su justificación es que mediante el reconocimiento generalizado de los ahorrantes del Baninter salvó al sistema financiero nacional de una debacle total. Sus asesores hasta hicieron una analogía con la Argentina y con el potencial de caída del producto interno bruto. Lo volvió a plantear en la Cámara Americana de Comercio, como una hazaña de su administración.

Argumentan que salvaron los ahorros de unos 700,000 dominicanos. Un spot de campaña presenta unos comerciantes agradeciendo esta decisión, tomada cuando la prima del dólar rondaba el 25 por uno.

Lo curioso es que Baninter incubó no una sino dos violaciones a la Ley Monetaria. Hubo una violación en cuanto al otorgamiento de adelantos y redescuentos superiores a 1.5 veces el capital a finales del 2002. La otra violación fue el reconocimiento de inversiones superiores a 500 mil pesos. El caso Baninter no fue como las fortalezas de los pueblos, que si no las hacen a la entrada las hacen a salida. En Baninter lo dañaron a la entrada y lo complicaron a la salida.

Ahora bien, los resultados de esta decisión están a la vista de todos. Una devaluación criminal que ha empobrecido al pueblo dominicano, con una prima del dólar al 45 por uno. Una inflación anualizada de más del 60%. Un acuerdo con el Fondo Monetario que nos ha insuflado momentáneo oxigeno financiero, al precio de una asfixiante astringencia económica. Y lo peor, un obligatorio incremento de impuestos para enfrentar el cuasi fiscal del Banco Central.

Sin embargo, el gobierno argumenta que pudimos haber estado peor. En el discurso presidencial se señaló que en Argentina la debacle financiera provocó una caída del producto interno bruto de un 25%. Lo que se olvida es que, el corralito argentino se produjo porque la moneda argentina era equivalente al dólar, por demás convertible. O sea, que un peso argentino era igual a un dólar. Por consiguiente, un ahorro en pesos era igual a un ahorro en dólares. Los dólares se agotaron ya que nadie quería que le devolvieran pesos. En consecuencia, se establecieron restricciones temporales para el retiro de los ahorros. Que era lo mismo que retirar dólares. Una situación totalmente diferente a la dominicana. Por consiguiente, la analogía argentina era totalmente inaplicable. Era como temerle a un fantasma.

Por otro lado, es totalmente discutible el argumento de que el salvamento generalizado protegió a 700 mil ahorrantes. Esto así, porque obliga a pensar en los millones de ahorrantes que no tenían colocaciones en Baninter y que han visto disminuidos sus ahorros reales en 2/3 partes. Quien tenía RD$2.5 millones ahorrados, podía comprar 100 mil dólares antes de la solución Baninter. En la actualidad, al 45 por uno, sólo puede comprar US$55,000. Si los cambió, cuando estuvo al 60, sólo compró 41 mil dólares. Perdió un 60%. Simple aritmética.

En el mismo sentido, cabría preguntarse cuál es la relación beneficio costo de haber, supuestamente, salvado los ahorros de 700 mil dominicanos perjudicando a 8 millones de habitantes. ¿Qué tipo de satisfacción deben sentir los ocho millones de dominicanos que, por culpa de la solución Baninter hoy tienen que pagar la gasolina a 100, los huevos a 4, el arroz a 23 y el pollo a 37 pesos? Aún en el mejor de los casos fue una solución irracional. Salve uno pero se murieron siete.

Pero no se debe olvidar que la Ley protegía los ahorros inferiores a 500 mil pesos. En consecuencia, asumiendo la distribución de riqueza nacional, que indica que el 10% de los más ricos acumulan el 90% del producto, pudiéramos inferir que es probable que más de un 85% de estos ahorrantes estuvieran muy por debajo de este límite. Los dominicanos por lo general tienen ahorros magros, los afortunados. De supervivencia. Unos cuantos miles para cualquier enfermedad. En consecuencia, unos 600 mil habrían estado protegidos por la ley. Pero ahora, hasta ellos forman parte de los perdedores del 60% de sus riquezas.

Si las autoridades monetarias estuvieran seguras de la irrebatibilidad de sus cifras hubieran dado a conocer el número de ahorrantes y sus montos promedios. La sospecha es que se armó todo este embrollo para salvar las inversiones financieras de importantes conexiones estratégicas. Extraoficialmente se maneja que RD$47 mil millones, de los 55 mil del agujero, pertenecían a unas decenas de acaudalados dominicanos. Hoy nos enteran, como si nada, de que yá sólo son 12 mil millones.

No acabo de entender, en consecuencia, cual es la satisfacción que siente el Presidente de la República cuando se enorgullece de la decisión tomada en el caso Baninter. ¿Acaso pudimos haber estado peor? Personalmente lo dudo.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas