Escondido, en una ignorada zona de la provincia de San Pedro de Macorís, desde hace nueve años se viene desarrollando una admirable obra de amor y entrega en el rescate y protección de la niñez que merece un estímulo para su desarrollo.
La acción social de rescate de la niñez abandonada fue fundada hace más de 50 años, por el sacerdote norteamericano el padre William Wasson, en Cuernavaca, Méjico. Establecieron una cadena de hogares para niños, que apoyados en el evangelio de San Mateo, de que los niños llegaran hasta el Salvador, para acogerlos en hogares donde se sacaban a los niños abandonados y huérfanos para ingresar a un ambiente familiar.
Desde hace nueve años, Nuestros Pequeños Hermanos llegaron al país de la mano de monseñor Ozoria, de la diócesis de San Pedro de Macorís, que donando terrenos de la Iglesia católica, ubicaron las primeras instalaciones, acogiendo a niños huérfanos y abandonados de la isla. Hoy en día han logrado recibir 219 niños, con algunos con discapacidades o enfermos de cáncer que reciben tratamiento adecuado en Santo Domingo.
Hay muchas personas que han aunado esfuerzos para hacerle llegar recursos. Es invaluable el aporte del Ministerio de Obras Públicas para asfaltar las calles de la pequeña comunidad, concebida como una población. Así mismo, la energía, suministrada gratuitamente por una empresa eléctrica del Este, contribuye a la calidad de vida de esa comunidad bajo una eficiente administración, integrada por voluntarios, en especial norteamericanos que mantienen todas las instalaciones, brillando por su limpieza y perfecto estado de las edificaciones y supeditada a la jerarquía católica de la zona. Los voluntarios conviven con una abnegación total y con un admirable conocimiento del español, ofreciendo sus capacidades para ayudar a tantos niños que hoy ven renacer sus esperanzas.
Nuestros Pequeños Hermanos es una obra de amor y dedicación. Visitar sus instalaciones de la pequeña ciudad, con todos los requisitos de una urbanización con sus calles limpias y asfaltadas, parque de recreo, centro médico, colmado, iglesia y una amplia cocina que suministra la comida para los niños alojados allí en 15 viviendas de 20 niños cada una, separados por sexo y que reciben clases en modernas aulas.
El centro médico posee instalaciones muy modernas y cuenta con el trabajo de varios voluntarios extranjeros, que han llegado de varios países, que se complementa con el personal dominicano debidamente entrenado e imparten clases hasta el octavo grado. Los de secundaria son trasladados diariamente a San Pedro de Macorís para completar su formación.
Los 20 niños de cada residencia son supervisados por una dama que se le dice tía, la cual, con una formación profesional excelente, vigila y conduce apropiadamente la conducta de los niños huérfanos o abandonados.
Es una tesonera labor que llena de esperanzas a los dominicanos, que llegan a conocer las instalaciones, gracias a la abnegación del padre Wasson, su entusiasmo llegó al país así como a varios países de América Central, donde muchos niños reciben el apoyo para ser rescatados de su marginalidad.
Los NPH es una espina de amor y caridad que se ha clavado en un costado del cuerpo del país y sus efectos positivos contribuirán eficazmente a que más niños encuentren una oportunidad de ser útiles a su patria.