Obra de Balcácer ayuda a entender procesos históricos

Obra de Balcácer ayuda a entender procesos históricos

POR ROBERTO CASSÁ
La gesta del 30 de Mayo es uno de los hechos sobresalientes de la historia política dominicana del siglo XX. Y es que la liquidación física de Rafael Leonidas Trujillo a las diez de la noche marcó el final de la espantosa dictadura de treinta y un años. De golpe se abrió un panorama de apertura política, por el que, desde diversos ángulos, habían luchado miles de dominicanos a lo largo de esas tres décadas al precio de mucha sangre y mucho sufrimiento.

 Pero, como ha sido ya reiterado, el trujillato fue mucho más que el dominio omnímodo del siniestro tirano. Todo un estilo de modernización capitalista se puso en funcionamiento, sobre la base de una opresión y una extorsión económica sin parangones sobre la casi totalidad de la población. La muerte de Trujillo, por consiguiente, contenía múltiples implicaciones positivas para los sectores sociales en escena. De ahí que, pese a la diversidad de objetivos de los sectores antitrujillistas, los matices y las diferencias habían quedado en buena medida opacados ante el imperativo del objetivo común, que no podía ser otro que el derrocamiento del ordenamiento político dictatorial.

Trujillo orquestó una dominación tan férrea y exhaustiva, como caso prácticamente sui generis en la historia moderna, que la fórmula para el cambio de orden no podía ser otra que el magnicidio. Así lo comprendieron desde muy tempranamente muchos antitrujillistas, que fraguaron planes tras planes para ejecutar el atentado. En este panorama de largo plazo, para culminar, el plan puesto en acción por los complotados tenía que abarcar sectores variados y, de esa manera, expresar la condensación de los conflictos que había generado el régimen de Trujillo.

Con esta salvedad se capta que el estudio del tiranicidio debe trascender la restricción a los hechos, para situar determinantes sociales y políticos que incidieron en la acción. Es lo que emprende Juan Daniel Balcácer con los utillajes metodológicos de la investigación histórica en Trujillo. El tiranicidio de 1961.

Desde varios ángulos, este libro culmina un prolongado recorrido de elaboración de conocimientos sobre el 30 de Mayo, y lo hace con el formato académico de la historiografía.

Una clasificación de los géneros que se han empleado para el estudio del hecho incluye la narrativa periodística, los testimonios orales, las memorias de participantes o relacionados, la ficción literaria y la historiografía. Nos interesa detenernos brevemente en las características de esta producción con el fin de considerar la novedad que aporta este libro.

Participantes como Miguel Ángel Bissié han dejado libros de memoria, otros testimonios de actores quedaron en forma concisa y han sido editados por Eduardo García Michel, en 30 de mayo. Trujillo ajusticiado, y Emilio Cordero Michel en la revista Ecos, del Instituto de Historia de la Universidad Autónoma de Santo Domingo.

Víctor Grimaldi y Bernardo Vega han abrevado en los documentos norteamericanos, poniendo en claro múltiples intríngulis políticas de la conjura. Pocos textos han tenido por objetivo único el estudio del hecho, entre los cuales sobresale el de Bernard Diederich, de formato periodístico, por lo cual, pese a los aportes que comportó en su momento, no estuvo en condición de abordar algunos problemas de importancia. Los relatos y memorias provenientes de figuras del régimen de Trujillo, si bien pueden contener detalles de cierta importancia y documentos en general, carecen de valía intelectual. 

Este libro se inserta en esta producción bibliográfica, al tiempo que plantea un hito dentro de ella, al integrar todas sus facetas y relanzar una propuesta interpretativa integral.  Balcácer ofrece la novedad de alternar la recopilación de lo conocido a través de estas aproximaciones con la investigación de su propia cosecha, como es de rigor, y lo hace ofreciendo una panorámica que incluye un exhaustivo recorrido por los hechos y una propuesta integral de interpretación.

En un complot de la magnitud del culminado el 30 de Mayo confluyeron varios grupos que protagonizaron procesos un tanto paralelos. En parte esto explica que muchos aspectos hayan sido objeto de afirmaciones e interpretaciones encontradas. Es el caso, para solo decir uno, de la creencia inicial de Antonio Imbert Barreras, el único sobreviviente de los ejecutores directos del tirano, de que el gobierno de Estados Unidos no tuvo relación alguna con el complot, sencillamente porque al parecer sus compañeros que la conocían no se lo comunicaron.

Con la pretensión metodológica de plasmar una síntesis comprensiva, Balcácer aborda los hechos a través de testimonios y documentos, y procura responder a los temas que han sido objeto de controversias o interpretaciones variadas. El detenido seguimiento que ofrece a todos los componentes vinculados permite concluir que, por primera vez, se emprende una tentativa de interpretación historiográfica global del evento.

 La obra parte de una cronología de 25 páginas acerca de lo sucedido  el 30 de mayo de 1961, en que se alternan las acciones de Trujillo y sus colaboradores cercanos y los complotados, fundamento del resto del estudio. Con el fin de apoyar tanto la perspectiva empírica como la interpretativa, en el capítulo VII se transcriben testimonios de ocho participantes en la conjura y, como apéndices, se incluyen documentos contentivos de declaraciones de algunos de los apresados ante el sistema judicial del régimen. Con estos documentos, el lector tiene acceso directo a la formulación textual de los complotados, lo que permite una aproximación más viva a los hechos y a las motivaciones así como una posibilidad de elaborar interpretaciones por cuenta propia; de igual manera, se permite contrastar lo genéricamente conocido con las primeras reconstrucciones en las pesquisas judiciales. En otro capítulo se dedica mucha atención a las declaraciones de Zacarías de la Cruz, el chofer del tirano, con el fin de precisar detalles del momento culminante del magnicidio.

En lo que toca a la conspiración, el punto de partida estriba en determinar los grupos que intervinieron en ella y cómo se fueron vinculando entre sí, objeto del capítulo III. Aparecen como novedades numerosos detalles que permiten calibrar con mejor precisión múltiples contenidos del magnicidio.

Los grupos identificados son el “de Moca”, el de Estrella Sadhalá,  el “político” y el de “Mr. X”. Cada uno obedeció a determinadas perspectivas, que resultan indisolubles para que el 30 de mayo pudiera concretarse. Los de Moca y los “políticos” en realidad se habían venido estructurando en un largo proceso y se deslindaron conforme a las tareas que se fijaron. Entre los “políticos”, encabezados por los hermanos Juan Tomás y Modesto Díaz, en teoría se constituyó un equipo “militar”, encargado de ejecutar la segunda fase del plan, un golpe de Estado, dirigido por el secretario de las Fuerzas Armadas, general José René Román Fernández. El grupo de Estrella se sumó al equipo de acción, encargado del atentado, bajo la dirección de Ernesto de la Maza. Por último, se pone de relieve el papel del grupo de “Mr. X” –Juan Bautista Vicini Cabral-, parte de una constelación antitrujillista clandestina, el Frente Cívico de Unidad Nacional, encargado de las relaciones con Estados Unidos.

 En el capítulo V se determina, minuto a minuto, con el apoyo de gráficos, lo acontecido alrededor de las diez de esa noche, con el fin de ofrecer una versión lo más acabada del hecho. En el capítulo siguiente, se continúa ese tratamiento respecto a las horas siguientes.

 Las expectativas en el golpe de Estado son objeto del capítulo VIII, en que el autor hace uso prioritario de la noción de azar para explicar por qué abortaron los planes, aunque afirma que no había un plan debidamente organizado que pudiera sortear las dificultades inmensas para un golpe de Estado que se derivaban de la maquinaria de seguridad del régimen. Analiza la intervención del general Arturo Espaillat, como se sabe próximo a esa hora del teatro del tiranicidio, como un factor aleatorio que impidió que los planes del secretario Román Fernández pudiesen concretarse. En la medida en que la participación del general Román todavía ha quedado envuelta en cierta penumbra y ha sido objeto de interpretaciones variadas, Balcácer le dedica una atención especial en el capítulo IX. Otro punto explorado de manera sistemática es el relativo a la relación del gobierno estadounidense con la conjura.

Interesan sobremanera las conclusiones del libro sobre estos y otros puntos, plasmadas en el capítulo XII y final sobre “Consideraciones finales”. A mi juicio, adelanta una evaluación minuciosa de la proyectada segunda fase de la conjura, tras la muerte del tirano, aseverando sus fragilidades y prácticamente su imposibilidad, a las que se añadieron los factores del azar. Igual de importante es la dilucidación del papel desempeñado por el gobierno de Estados Unidos, con la conclusión de que tuvo escasa incidencia y que, por ende, no condicionó la decisión tomada desde antes por los conspiradores y no contribuyó a la materialización del hecho. Por último, llama la atención el tratamiento del programa de la conspiración. Balcácer afirma su carácter analítico-critico, con independencia de las intenciones de continuidad conservadora que abrigaban algunos de los principales complotados, tanto pertenecientes a los rangos del régimen, como Modesto Díaz, como a la oposición tradicional, como Severo Cabral.

Estos problemas interpretativos relativos al 30 de Mayo son recapitulados en las revisiones historiográficas contenidas en el capítulo X. Con estas variadas entradas, en polémica con las argumentaciones de trujillistas y acólitos, Balcácer llega a un juicio justo acerca del contenido libertario que animó a los participantes y confirió la tónica al hecho. En consecuencia, el libro no solo logra una contribución notable al mejor conocimiento de un hecho de tanta trascendencia sino   que incluye referentes constructivos sobre los procesos históricos dominicanos recientes.

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