La sede de la Unesco, en París despliega una arquitectura insólita con una extensión de 30,000 metros cuadrados y un diseño impresionante –su principal autor es Pier Luigi Nervi-. Se inauguró en 1958 e integró, hasta como parte de la construcción, magistrales obras de arte, iniciando así una colección que no ha cesado de aumentar.
Se estima que, hoy, la Unesco posee más de 700 obras, entre pinturas – murales y cuadros-, dibujos, grabados, esculturas, cerámicas y fotografías. También hay algunas instalaciones, y una selecta representación de artesanías y tapices. Hasta figuras valiosas, antigüedades, generalmente anónimas.
Hay dos procesos de adquisición. O la organización ha comprado las obras, lo que sucedió para las primeras y a nivel de maestros famosos de reputación mundial. O son los países miembros los que han hecho donaciones: la mayoría de las obras provienen de esta segunda categoría.
La colocación de las piezas “permanentes” depende de varios factores: espacios, dimensiones, valor, interés, correspondencia con los objetivos institucionales.
Evidentemente, esta presencia en el sitial del arte y la cultura, es un privilegio que todos los artistas anhelan…
En la colección de la Unesco figuran obras de Pablo Picasso, Joan Miro, Henry Moore, Alexander Calder, Rufino Tamayo, Carlos Cruz-Diez, Jesús Soto, Roberto Matta, Alberto Giacometti. Citamos una ínfima minoría de celebridades.
Hasta el momento, de la República Dominicana había dos artistas y tres obras.
Un vasto mural de Ramón Oviedo, llamativo en su concepto, su fuerza y sus colores, de título “Cultura Petrificada”. Dos impactantes fotografías de Polibio Díaz, proyección de la cultura popular y la pobreza, tituladas “Interiores” y “Doña Deseada y sus Chucherías”. Fueron donaciones nacionales.
La escultura de Juan Trinidad. Juan Trinidad es el artista dominicano que más ha expuesto en el exterior durante los últimos tres años. Él presentó su exposición individual “Magia del Caribe” en la Unesco, recibiendo muy buena acogida.
El paso siguiente, en la sede parisina, es ahora la colocación permanente de una obra de Juan Trinidad, como parte de la colección. Para estos fines, él ha hecho una escultura vertical imponente -218 x 60 x 50 cm -, muy reciente, tallada en roble centenario y dejando la madera natural. Su título estremece aun más: “En tiempos del covid-19”.
Diariamente encerrado largas horas en su taller de Bonao, el artista se sentía preocupado, casi obsesionado por la pandemia, y su angustia se convirtió en inspiración. Esa meditación sobre la condición humana y su fragilidad ante millones de agresores invisibles, lo llevó a tallar formas y volúmenes, sucediéndose ritmos, modulaciones, recovecos…
Aquí está el resultado. El conjunto se yergue y culmina siendo una verdadera construcción: rica en ritmos y modulaciones, asciende hacia una esferilla, erizada de varitas metálicas…. Podríamos interpretarla como la unión de todos, solidarios y luchando contra un enemigo al que van a derribar. Ahora bien, entre las abstracciones, cortes y estrías, no falta el hombre, con aquel gran perfil, símbolo de la lucha y sello de Juan Trinidad…
Componente que se suma a la “metáfora” del tema, la escultura se suscribe a los lineamientos dominando en la escultura dominicana, totémica, preferentemente vertical. Al asumir legados precolombinos y africanos, Juan Trinidad se compromete con la identidad antillana. Ciertamente, la obra, en mensajes y estilo, se aproxima a los objetivos, principios e ideales de la Unesco, que, anteriormente, ha reconocido el patrimonio musical dominicano.