Obra invaluable de intenso trabajo

Obra invaluable de intenso trabajo

Su paso por la tierra fue breve, pero en 58 años de vida dejó la obra invaluable de su trabajo extraordinario, ininterrumpido, intenso, la primacía de su libro sin precedentes bibliográficos, que fue texto obligado en las escuelas.
Agotó prácticamente todas las posiciones y géneros periodísticos hasta ocupar funciones de director y editor. En 1974 fue pionero en la dirección de la Secretaría de Deportes luego de participar en la redacción de la ley que la creó. Y dejó a la sociedad el legado de una familia que constituyó el principal desvelo de su existencia productiva, en el sentido de su laboriosidad.
Justo Castellanos Díaz, a quien reconoce una calle de Santo Domingo, fue figura destacada de la historia reciente dominicana no solo por sus escritos en la prensa, que inició en la adolescencia, sino, además, por la presencia cotidiana ante las cámaras de televisión, y en la radio, donde también ejerció el periodismo. Sin embargo, es posible que solo haya sido conocido y sea recordado por contemporáneos y familiares.
El desconocimiento de su impecable trayectoria y de sus acciones altruistas contrasta con las cuantiosas crónicas, artículos y editoriales publicados tras su muerte temprana.
La resolución del Ayuntamiento del Distrito Nacional que designa una vía con su nombre no ayuda a conocerlo. Tampoco a ubicar la calle.
Su viuda, Idalia Khourie, y sus hijos Justo Pedro, Ana Idalia y Jacqueline Nabija conversan con evidente admiración, orgullo y gratitud del inagotable promotor del deporte, maestro de periodistas jóvenes, historiador, activista cultural, productor de programas didácticos, protector de políticos en peligro de muerte, voluntario de causas tan nobles como la vacunación anti polio o las campañas de rehabilitación a discapacitados. Revelan facetas desconocidas de su solidaridad y su filantropía.
Justo proviene de familias de Santiago reconocidas por su elevada cultura y su lucha contra la injusticia, como los Díaz Niese, distinguidos intelectuales y artistas, y Francisco Castellanos Ortega (Pancho), opuesto a la tiranía trujillista desde sus inicios, cuando se marchó al exilio en Venezuela. A él debió Justo su amistad con Juan Bosch, porque en sus viajes al país, tras el ajusticiamiento, Pancho se hospedaba en la residencia de su sobrino y allí los visitaba el expresidente, quien pronunció uno de los panegíricos de Justo. Juan Bolívar Díaz también lo despidió en el camposanto poniendo de relieve su honestidad, expresando que, a pesar de 30 años de ejercicio periodístico, Castellanos Díaz murió pobre.
De Pancho Castellanos también heredó Justo la persecución por sus sentimientos antitrujillistas. Al decapitar la tiranía tuvo que abandonar el país junto a su hermano Iván hasta la salida de los familiares del dictador.
Por sus expresiones, su conducta, su ostensible inteligencia, los hijos reflejan haber asimilado la educación que les inculcó el padre, apasionado de los libros, la política internacional y, sobre todo, las biografías de insignes hombres y mujeres.
“Nos dejó el amor a lo dominicano, la defensa de lo dominicano, aunque también con espíritu crítico a las cosas no bien hechas y que se pueden mejorar, y el legado de su honestidad. No hizo dinero, no comercializó su opinión”, significa Justo Pedro, exrector universitario y actual juez del Tribunal Constitucional. Manifiesta que aunque su padre los inscribió en los mejores colegios y universidades, lo hizo con mucha precariedad, siempre presionado por las cuotas atrasadas.
Jacqueline resalta haber recibido de él el ejemplo “de hacer las cosas bien, pensando que siempre hay millas extras, sin actitud de conformismo, sin mediocridad, con excelencia. Él y mamá fueron exigentes en cuanto a la educación, pero él era extremadamente amoroso”. Recuerda que cada viernes llevaba una rosa a su esposa.
Ana Idalia, que se contagió de su padre en el interés por los asuntos internacionales, subraya los pareceres de sus hermanos y agrega que la enseñó a amar a su país, los valores patrios, el trabajo. “No concebimos la vida de otra manera que no sea trabajando. Y aprendimos a poner todo el corazón cuando ejercemos una función”.
Idalia y Justo se conocieron en 1958, en Santiago. Él quedó prendado de su belleza cuando ella salía de un retiro en la catedral. Lo define como un esposo excelente.
Solidario y sensible. Justo nació el primero de agosto de 1932 en Santiago, hijo del honorable abogado J. Furcy Castellanos Ortega (Justo) y Rosario Díaz Niese (Charo). Inició la carrera de Derecho en la Universidad de Santo Domingo que interrumpió en cuarto año.
Contrajo nupcias con Idalia el 30 de julio de 1960.
Definido como tierno, locuaz, bromista, de imponente presencia y vigorosa voz, “adoraba a los niños. Hacía gracia hasta a los de la calle”, narra Idalia.
Inició periodismo en la radio, en 1961, y en 1963 comenzó a ejercerlo en La Información, pasando luego por La Nación, El Nacional de ¡Ahora!, El Sol, El Caribe, La Noticia. Fue director de prensa, asistente del director general y editor deportivo de Radio Televisión Dominicana. Su último trabajo fue en HOY como editor internacional, desde la fundación del periódico hasta su fallecimiento el 22 de febrero de 1990.
Produjo el programa “Juventud del futuro”, el primero que ofreció enseñanzas técnico-deportivas por televisión. Y después hizo el primero cultural-deportivo, en La Voz de las Fuerzas Armadas. El más prolongado fue “Rutas del deporte” que mantuvo 20 años.
Representó al país en numerosos eventos deportivos. Publicó “Evolución histórica del deporte”, “único en su género, el cual fue libro de texto para el nivel medio”.
Católico, aguilucho y buen bailador, daba pasos de merengue con sus hijos en su afán por inspirarles el “amor a lo nuestro”.
Su solidaridad no solo la demostró con ancianos, enfermos, inválidos, sino con políticos perseguidos. Junto a monseñor Polanco Brito y Radhamés Gómez Pepín participó en la búsqueda de asilo al guerrillero Claudio Caamaño, en 1973, y durante la Revolución de Abril, ocultó en su residencia de la Arzobispo Meriño a Miguel Ángel Velásquez Mainardi, acciones no contadas porque, según sus hijos, “era solidario en el buen sentido cristiano: que no sepa tu mano izquierda lo que hace la derecha”. “Él no hacía alarde de eso”.
Le otorgaron reconocimientos póstumos: Orden del Mérito Duarte, Sánchez y Mella en el grado de Caballero, Inmortal del Deporte Dominicano, como propulsor, Hijo Meritísimo de la Ciudad de Santo Domingo, sumados a los tantos que recibió en vida.
La calle. El 8 de agosto de 2005, el Ayuntamiento del Distrito Nacional decidió designar “una calle de Santo Domingo”, con el nombre de “Justo Castellanos Díaz”. Está en Las Praderas, entre las “Madre Carmen” y “Gustavo Mejía Ricart”. En la inauguración hablaron su entrañable amigo y contertulio Hamlet Hermann, y Marino Zapete.

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