El asesinato de Rosmery José Neuman por su esposo, el mayor del Ejército de RD Máximo Nolasco Núñez, quien terminó suicidándose, es la más reciente repetición de una conducta familiar violenta y traumática que ha marcado a esta sociedad en los últimos tiempos. Es, a su vez, la reafirmación del fracaso del Estado en su deber de articular políticas sociales para atacar las causas de este patrón de actitudes que conduce a la pareja a la muerte y a los hijos y familiares al desbalance emocional.

A pesar de la frecuencia conque se producen hechos como este, todavía no hay indicios de avance en la prevención de posible desenlace fatal a partir del momento en que la autoridad tiene conocimiento de un conflicto conyugal. Son muchas las mujeres que han sido asesinadas por sus parejas a pesar de existir órdenes judiciales de alejamiento, porque no hay ningún dispositivo que fiscalice el cumplimiento de tales órdenes, ni centros de acogida para proteger a la mujer amenazada.

Tampoco tiene grandes méritos el proceso de atención y seguimiento a los hijos de víctimas de dramas de este tipo. Nadie verifica cómo influye la pérdida violenta de los padres en la formación y conducta futura de los descendientes en sus relaciones con el resto de la sociedad. La frecuencia de los feminicidios es la prueba más elocuente del fracaso del Estado en este campo.

Poco ocurre en el penal  La Victoria

El brote de cólera que ya mató a cuatro internos y mantiene afectados a cerca de un centenar, habla por sí solo de las condiciones de salubridad que predominan en ese centro de privación de la libertad. El Ministerio de Salud Pública comprobó que el brote se originó en una celda que aloja a 900 personas y que se debió a contaminación con heces fecales del agua que consumen o utilizan. Bajo semejantes condiciones de hacinamiento y pobres controles sanitarios, son muchas las posibilidades de rápida propagación del cólera y otras enfermedades.

Por graves que sean las violaciones cometidas, la privación de la libertad bajo ningún concepto puede exponer al prevenido o condenado a riesgos para su integridad. Poco ocurre en La Victoria, donde son degradantes las condiciones de encierro.