Ni como ciudadano, ni como profesional de la conducta social, resulta difícil imaginar qué tipos de ideas, sentimientos, emociones y actitudes se están forjando en la mente de los miles de niños hijos de migrantes haitianos en las escuelas públicas, aunque no se conocen estudios especializados en este respecto. Un tema con un potencial conflictivo enorme. Se trata de una categoría social y estudiantil que debe ser cuidadosamente estudiada.
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El origen de las conductas discriminatorias, sentimientos de inferioridad y conflictos entre grupos de escolares, de un curso o nivel contra otro, o de una clase o barrio diferente, y otras variantes de diferenciación social son la base de conflictos estudiantiles en cualquier lugar del mundo. La presencia de un número significativo de alumnos “diferentes”, tiende a producir conflictos de difícil manejo por las autoridades escolares.
Visitando a mi amigo Chelo, en Manabao, conocí a su pupilo Lodeski, un niño haitiano de 11 años, que cursa el tercer año de primaria.
Ocurre que Lodeski, simpático y expresivo, que habla español como cualquiera niño de su curso, no ha aprendido a leer absolutamente nada. Por lo cual, estando en el tercer curso, viene “pasando” de curso, irresponsablemente promovido junto con los demás niños.
Y aquí viene lo interesante: los maestros de este y otros lugares ¿han estado haciendo esto para salir de ellos; en ausencia de padres que verifiquen que tanto aprenden sus hijos en las escuelas?… Como suele ocurrir en otros niños sin padres.
Se trata de una farsa muy peligrosa, disfrazada de piedad y de justicia, porque el niño pertenece a una categoría social deprivada, y los “buenos maestros” cooperan con ellos promoviéndolos de curso sin los esfuerzos y requisitos correspondientes.
De estar esto sucediendo en otras escuelas, donde asisten miles de niños inmigrantes, tendremos en pocos años una inmanejable cantidad de titulados, graduados de ineptos. Lo cual, no solo profundizará la realidad de que la discriminación social no solo será de raza, etnia o clase, sino de pobreza e ineptitud de estos extranjeros; quienes tendrán que buscárselas en otros predios y por otros medios, tengan o no títulos de bachiller o licenciado; obligados a ingresar a oficios de carácter marginal, incluso peligrosos, y como cualesquier analfabetos con aspiraciones, se las buscarán como otros criollitos; solo que estos, los inmigrantes podrían ser propensos a causa conflictivas y desestabilizadores, sin miramientos respecto a los tantos de esfuerzos e inversiones hechas por el Estado Dominicano con criterios humanistas.
Mientras estos extraños o “diferentes” son pocos, el tema es apenas perceptible, y en ocasiones inexistente. No así cuando la cantidad de estos ineptos “egresados” de nuestras escuelas llegan al mercado laboral con la idea de ser nuevos “negritos del batey”, incapaces y enemigos del trabajo formal, enemigos del trabajo obrero, y entrando a competir al sector informal como motoconchistas y taxistas, o a la farándula, como facinerosos, como si ya no produjéramos demasiados.
¿Está ocurriendo ese mismo fenómeno en otras escuelas del país? ¡Investiguen bien, señores ministros y autoridades educativas!