Obscenidad, incesto, política y el futuro del país

Obscenidad, incesto, política y el futuro del país

Me costó años entender por qué los cubanos cuando a alguien le sucede la mayor desgracia dicen una expresión horrenda: “Se ensució en su madre”. Los dominicanos decimos “se fuñó (j)”, una expresión que en el español original tenía fuertes connotaciones de violencia sexual auto infligida. Los mejicanos usan una más fuerte cuando desean que a alguien le ocurra lo peor: “Viola tu madre, malvado”.

Siempre las hallé tan fuertes que me hacían un nudo en la mente y no lograba procesarlas ni comprender cómo se atrevían siquiera a pronunciarlas. Porque  hacerle daño físico o moral a la madre es una conducta extrema, aún para los más malvados.

Se suele carecer de ciertos valores humanos o espirituales, no creer en Dios o incluso blasfemar contra él, pero expresiones que tan desaforadamente aluden a la mamá, nos causan asco, nausea, miedo.

En la base de toda estructura mental sana existen dispositivos de seguridad que impiden que atentemos contra los valores y creencias que sustentan nuestro equilibrio emocional, y nuestro sentido de las cosas y de la vida. Tan fuertes, que graves trastornos mentales suelen deberse a la acción represiva de esos mecanismos de seguridad en momentos en que el individuo ha actuado agresivamente contra su madre, o contra algo “sagrado”. Todo pueblo que aspire a civilizarse tiene que organizar la conducta sexual, comenzando por prohibir el incesto, sacralizando a la madre.

Una persona que viola lo sagrado dentro de sí, puede quedarse sin de dónde amarrar los componentes de su personalidad. Se enloquece.  “Si cometes ese hecho – le decía el cura al hombre que le confesaba su intención criminal – jamás podrás encontrarte a ti mismo, ni en esta vida ni en la otra”. En esto debemos pensar todos los dominicanos.

Especialmente los que como el Presidente, los legisladores, los de la Cámara de Cuentas, la Suprema, la Junta Electoral y otras posiciones de eminencia, cometan acciones que destruyen valores básicos, sagrados, cuya reposición puede tomar décadas, o tal vez jamás puedan reconstruirse.  Sin estos no es posible sostener el Fuero del Alma nacional; tampoco crear gobernabilidad, ni liderazgo ni proyecto colectivo alguno. El que “se ensucia en su madre” (hay muchas maneras de hacerlo), se enloquece, no puede coordinarse siquiera a sí mismo. Una nación  ni una persona pueden rehacer su destino sin tener una base sana de sus creencias, valores y tradiciones. Necesitamos, desesperadamente, que los que lideran el país, mantengan relaciones sanas y dignas con la patria y con sus seres queridos.

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