Observaciones a un artículo

Observaciones a un artículo

Nuestro escrito del jueves pasado, que se publicó bajo el título «Vindicación de la Familia y la Ley» motiva a Adriano Miguel Tejeda a hacernos los siguientes comentarios. Me permito ocupar este espacio con lo que ha escrito Adriano Miguel porque nunca recibo cartas y, ¡caramba!, debo presumir que alguien me ha leído. El texto de la carta que me ha enviado es el que se copia a continuación: «He leído con atención su artículo publicado en la edición de esta mañana del diario «Hoy» y he creído pertinente hacer algunas precisiones, no sólo en mi condición de empleado en una de las empresas de la familia Pellerano, sino también como una persona con la vivencia del trato diario con estos honorables ciudadanos.

«Le escribo porque reconozco en usted equilibrio y ethos religioso, y presumo que ello le impide aventurarse a formular cargos contra una familia en base en informaciones de dudosa procedencia o simplemente parciales.

«Como usted reconoce al principio de su artículo, don Máximo Pellerano es una persona de conducta decorosa. Un caballero a carta cabal, agrego yo. Y sus hijos también. Usted no ha oído un escándalo que envuelva a ninguno de ellos.

«Por décadas, los Pellerano han representado la seriedad en los seguros, en la banca y en las comunicaciones. Los Pellerano son creadores de empresas.

No fabricantes de fantasmas. Sus inversiones están a la vista de todos. Su contribución al país no sólo ha representado empleos, oportunidades y crecimiento para numerosas familias, sino que sus innovaciones han sido reconocidas en el exterior. Tricom, al ser la primera empresa dominicana que cotiza sus acciones en la Bolsa de Valores de Nueva York, abrió las puertas al crédito internacional del país, y prestigiosas organizaciones internacionales han reconocido la calidad de la gestión de la familia Pellerano y sus ejecutivos en las áreas de la banca, de los seguros y las comunicaciones, a las que han estado ligadas desde hace más de cincuenta años.

«En un comunicado reciente aparecido en los principales diarios del país, decía la familia Pellerano que «la larga tradición de negocios y de vida comunitaria de nuestra familia y sus miembros nos evidencia como personas y ciudadanos honestos. Ninguna de nuestras actuaciones permite identificarnos como falsificadores, malhechores, o estafadores. Hemos sido y somos hombres y mujeres de trabajo.»

«Sus inversiones han permitido a más de 500,000 dominicanos disponer de comunicación telefónica en lugares donde las empresas tradicionales no llegaban por su baja rentabilidad. Cien mil dominicanos de clase media y baja disfrutaron de los beneficios del crédito por medio de la agilidad empresarial de Bancredicard y más de medio millón de lectores se benefician cada mañana de un Diario Libre.

«La familia Pellerano, al comentar una información periodística aparecida hace poco, ha dicho que «hemos hecho sacrificios supremos para que no se ponga en entredicho nuestra honorabilidad, al punto de poner voluntariamente todos nuestros bienes en garantía y haber cedido a todas las peticiones de las demás partes en el contrato, para solucionar una situación que no fue creada por nosotros sino que es la consecuencia de una formidable campaña de descrédito contra el banco y otras empresas de nuestro Grupo, que provocó una gran corrida de depósitos en pesos y en dólares, la mayoría de los cuales, junto a los de otros bancos, fueron sacados del país. Lo que pedimos es que se nos trate con la misma caballerosidad, dignidad y respeto con que hemos tratado a las demás partes en el proceso. De no ser así, estamos en la firme disposición de defender nuestra honra y los bienes de nuestra familia por todos los medios que nos otorga la ley.»

«Como usted podrá apreciar, esta familia sí ha defendido su honra, llegando hasta el sacrificio de poner sus bienes en garantía. A diferencia de otros casos, a la familia Pellerano no se le puede acusar de comprar conciencias, de tratar de influir en el sistema político o de patrocinar formas de vida licenciosa.

«Lamento ocupar su tiempo con estas afirmaciones, pero creo que todos debemos contribuir con la información más precisa en beneficio de los lectores. Los que tenemos el privilegio de poder comunicar nuestras ideas, valores y prejuicios al gran público, tenemos la obligación de separar el grano de la paja».

Agradezco al buen amigo Adriano Miguel Tejada por esta carta, pero lo invito tanto a él como a los habituales lectores de HOY, a volver sus ojos sobre el artículo que motivó su inquietud. ¿Qué faltó a quienes supervisan la actividad bancaria? ¿Le fallamos nosotros a nuestros hijos? ¿Ha faltado el Estado Nacional a la responsabilidad de estructurar el orden social que debe ser sostenido por los gobiernos nacionales? En una respuesta sincera a estas preguntas se halla el quid del asunto.

Publicaciones Relacionadas

Más leídas