Observaciones

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[b]Señor director:[/b]

Ante la proximidad de las elecciones presidenciales y el avance incontenible del Partido de la Liberación Dominicana y su candidatura, los perredeístas y los funcionarios gubernamentales han dado inicio a una atroz campaña publicitaria sin que escapen a ello vocingleros pagados que no respetan la más mínima privacidad del expresidente doctor Leonel Fernández Reyna.

Es la desesperación. Inauguran y reinauguran, anuncian una alianza ya sabida con su candidato vicepresidencial y realizan un mitin que califican de «no haber visto antes en la historia del país» por su magnitud.

En fin, se han soltado los caballos otra vez. Y es cierto, con los movimientos que se logran desde un Estado cuyos administradores saben muy bien que «el gobierno es para usarlo», es obvio y natural que algunas esperanzas perdidas hayan despertado y las mismas sirvan para hacer bullas y alharacas.

Pero que no se entusiasmen porque ya el pueblo tomo su decisión. Que no se confundan y pongan los pies sobre la tierra y al ver mucha gentes en los mítines y caravanas a las que convoquen deben saber que ese no es más que su voto duro el cual los sigue en las buenas y en las malas.

Si señor, el famoso voto duro que sigue tanto a los perredeístas y a los reformistas así como a los peledeístas, es más que suficiente para llenar de sobra la más amplia de las plazas públicas de nuestro país.

A cualquier mitin de cualquiera de los tres principales partidos, nunca irán más de doscientas mil personas, entre otras razones, porque no cabrían y ¿que son 200,000 personas ante más de dos millones que están inscritos en el padrón electoral?

Es en esas personas que pasan de dos millones en donde está cifrado el beneficio o el perjuicio de los partidos políticos no en las que asisten a las manifestaciones o con las cuales se logran buenas tomas televisivas para luego enrostrárselas a los adversarios a través de la pantalla chica.

Para que se tenga una idea, les confieso que quien suscribe es fundador del PLD y ha podido ver en el discurrir del tiempo y en diversas ocasiones, que cuando tuvimos el 14, el 15 el 18 ó el 20 por ciento en la simpatía del electorado, éramos capaces de convocar la misma cantidad de personas que convocamos ahora cuando contamos con el 65% de la intención del voto, lo propio sucede con los demás partidos principales.

No gasten los recurso compañeros, el pueblo eligió ya al PLD, lo único que haremos el 16 de mayo y luego el 16 de agosto, es llenar los requisitos que nos exige la ley para el cambio de mando.

Por otra parte, considero oportuno consignar la siguiente observación: Desde el mismo día en que el PLD efectuó una concentración política regional en la provincia de San Pedro de Macorís muchas instituciones y personalidades del país han estado reclamando bajar el tono del debate político todo ello porque nuestro candidato, en respuesta a los calificativos insultantes y desproporcionados que de una manera incesante le lanzaba el presidente Hipólito Mejía, decidió referirse a este destacando algunos rasgos de su personalidad.

El Partido de la Liberación Dominicana como es su norma y trayectoria, hubiera preferido que la campaña electoral presente sea decente y respetuosa a lo cual aspiramos todavía; pero si nuestro adversario escoger el camino de la intriga, la injuria y la suciesa deben saber que ahí estaremos nosotros.

Si prefieren el camino de la violencia pueden estar seguro que también encontraran respuestas.

Se equivocan medio a medio los que puedan pensar que el partido morado dejará un solo espacio descubierto en el escenario político nacional.

Se nos ocurre que la presente campaña presidencial podría ser sin que nos lo propusiéramos, una buena ocasión para que los que piensan que los peledeístas somos unos señoritos, unos teóricos o evangelizadores se den cuenta de que están equivocados.

El pueblo dominicano ha decidido que los hombres y las mujeres que dirigen el PLD seamos sus conductores y en nosotros han puesto su esperanza y su destino; pueden estar tranquilo pues preferimos mil veces estar muertos que traicionarlos.

Atentamente,

Laureano Guerrero

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