Observar el entorno

Observar el entorno

Julio Ravelo Astacio

Por Julio Ravelo Astacio

Quién, en alguna ocasión, en visita a un bosque, un campo sembrado, poblado de plantas, no habrá quedado extasiado, maravillado de lo que perciben sus ojos. Es una satisfacción, un deleite, que disfrutamos todos aquellos que nos detenemos ante ese espectáculo que nos brinda la vida.

Es que el entorno repercute en nosotros generándonos incredulidad, asombro, admiración, todo ello a su vez se traduce en placentera sensación no solo para la vista, sino que se extiende a nuestros sentidos, sentimientos y emociones. El entorno tiene una influencia enorme en nuestros estados anímicos.

Pero, ¿qué es el entorno de un lugar? Se valora como el conjunto de condiciones, circunstancias físicas, económicas, sociales de un espacio, colectividad o época.

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Todos necesitamos conocer los recursos que existen en nuestro espacio (pueblo, ciudad, región) para poder participar de manera activa de las oportunidades que nos ofrecen. Asimismo, de los retos que implican.

Establezcamos diferencias en el entorno familiar, social. Comparemos una situación familiar tranquila, organizada sin graves limitaciones económicas, con otras que no reúnan esas condiciones. Valoremos lo social: condiciones de paz, estabilidad económica, sin problemas mayores en: educación, salud, alimentación, libertades públicas, seguridad ciudadana… con otra que no cumpla esas condiciones.

No tendremos, amigo lector, que hacer grandes esfuerzos para seleccionar cuál de los ambientes beneficiará más lo humano. El entorno definitivamente influye en nuestra manera de ser, disfrutar de nuestros hábitos, en lograr nuestros objetivos.

Observar el entorno consiste en recibir información del mundo exterior a través de nuestros sentidos. El flujo óptico: movimiento aparente de los objetos causado por el desplazamiento relativo entre un observador y la escena. Desplazándonos en un vehículo o caminando en un parque, una carretera, un bosque, apreciamos como al parecer los objetos se desplazan con velocidad similar al auto o a la de la persona que se desplaza. Que nadie lo dude: es una excelente oportunidad para aprender, conocer y enseñar.

Santo Domingo es una ciudad hermosa, con un verdor que nos llama la atención.

Entre sus árboles vale destacar: robles, caobas, pinos, palmeras, cocoteros, canas, flamboyanes, ébano verde, acacias, mangos, aguacates, zapotes, naranjas, uvas de playa, nísperos, laurel, caucho, crotos, nones, nim, trinitarias… las del paseo de los estudiantes (Av. Tiradentes, UASD) que dejan descender sus flores hasta casi besar el suelo, mostrando que también las plantas pueden ser coquetas y presentar sus atractivos para no pasar desapercibidas. Sus frutos también cuelgan, quedan a media asta y así pudimos conocer su nombre: árbol salchicha.

No podemos terminar sin mencionar al que dejamos de último, para destacar algunas cualidades: el “Almendro dominicano”. En el Malecón, la Núñez de Cáceres, V Centenario y casi por toda la ciudad lo encontramos. Es un árbol generoso que siempre nos da sombra. Su madera se utiliza en ebanistería, pisos, soportes, muebles, vigas…

Permítame, amigo lectore, llamar su atención sobre sus hojas. Le invito a observar cómo ellas reflejan en el mismo árbol las cuatro estaciones del año. Unas hojas más pequeñas, en crecimiento, de un tierno verde, representan la primavera. Ese verde se torna más firme, acentuado: es el verano. Las hojas se transforman se tornan rojizas: es otoño. Pero, sorpréndase, unos tonos marrones se apoderan de sus hojas anunciándonos que el invierno llegó, y ellas comienzan a caer y se repite el ciclo. ¿Lo duda? Pues le invito a mirarlo con atención en estos días, quedará usted maravillado al comprobar lo que le comento.

¡Déjese de cosas! Póngase unos tenis, ropa cómoda, deje prendas y celulares caros en casa y decida salir al parque, residencial o barrio donde habite, al malecón de la George Washington, el de Santo Domingo Este. Pídale a sus familiares o amigos que le acompañen a caminar. Si van en vehículo, estaciónelo en lugar visible, transitado y… ¡a caminar! Al hacerlo, no olvide que, además de disfrutar su caminata, usted está contribuyendo con su salud, aprovechando esa magnífica oportunidad de ponerse en contacto con la naturaleza ¡Eso es vida!

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