Ocaso de la verdad oficial… y de la común

Ocaso de la verdad oficial… y de la común

Tal vez no, quizás sí; seguramente nadie sabe” (Cantinflas). Sociológicamente, la verdad siempre fue un consenso; un juicio de hecho compartido, con mayor o menor apoyo en la ciencia, con menor o mayor aceptación de la gente común.

Todas las sociedades han funcionado en base a determinadas verdades o creencias básicas sobre las cuales se planifica y se funciona en el día a día, y en el largo plazo.

Las religiones y las ideologías han dado el marco para las metas, objetivos, valores y roles de gobernantes y ciudadanos, y las conductas esperadas en el diario vivir.

Las sociedades han tenido verdades que nadie discute ni relega. Y tribunales y eruditos, para cuando las costumbres y el sentido común no pueden resolver.

Actualmente, los vacíos de normas y valores sociales están siendo llenados por “comunicadores”, religiosos y profesionistas quienes establecen, provisorias pero razonables, “sus verdades”, simples lucubraciones, practicables y momentáneamente funcionales.

Estamos ante la nueva “rebelión de las masas” (Ortega), el asalto total a los medios de comunicación, por masas semi analfabetas, con creencias disímiles, sin valores comunes, expuestas en medios “globales”, distantes de nuestras tradiciones.

Estas masas han descubierto, gracias principalmente a políticos inescrupulosos y a comunicadores sinvergüenzas, que la verdad es, como explicaron Berger y Luckman, una mera “construcción social”, colectiva; mayormente, de las mejores bocinas, las que “tengan más saliva y coman más “ojadras”.

Solamente las grandes catástrofes, acaso nuevos gobiernos audaces, harán cambios en los paradigmas, respecto a las ideas y creencias de las gentes acerca del acontecer social, político y económico.

Pero suele ocurrir que, en estos nuevos esquemas, “la mentira es la mercancía”.
Tanto para los gobiernos locales, como para las potencias y los organismos internacionales. Cada uno con una dosis de verdad, posiblemente equivalente al encaje legal de ciertos bancos, y del sistema monetario internacional.
Pero lo de ahora es otro asunto: similar pero más peligroso y profundo.

Esto ocurre en un momento en que la credibilidad y el liderazgo de las grandes naciones y de organismos internacionales están bajo sospecha. Similarmente, científicos como patrocinadores; sean gobiernos o corporaciones.
Lo cual hace sumamente creíble cualquier teoría de la conspiración. La gente no cree ni sus propias construcciones, sean de su grupo de interés, religión, profesión y demás.

Las gentes están improvisando sociabilidad y modos relacionales con poco soporte cultural y moral común; aunque con semejanzas entre ellas. Cada cual fabrica, reconstruye opiniones que luego les parecen propias; sin tener oportunidad de validarlas en fuentes creíbles.

Nos estamos quedando sin fe ni creencia, sin jueces ni autoridades morales, científicas o intelectuales que sirvan de réferis. Mientras como árbitros todos estamos invalidados.

Lo peor que le puede pasar al mundo es que haga crisis este precarísimo estado de situación de la verdad. Nadie sabe y todo el mundo sabe.

El juicio final, según se anuncia, quizás venga pronto, y acaso no sea lo peor que pueda pasarnos. Pero: “Lo más seguro es que no se sabe” (Cantinflas).

¡Oh generación incrédula y perversa! (Jesús).

Las sociedades han tenido verdades que nadie discute ni relega

Solamente las grandes catástrofes harán cambios en los paradigmas

El juicio final quizás venga pronto, y acaso no sea lo peor que nos pueda pasar

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