Nombre contra nombre, lista tras lista, el WhatsApp y las redes sociales se han convertido en el más irresponsable paredón en el que pretenden fusilar moralmente a gente que jamás estaría involucrada en ningún caso de soborno o corrupción.
Amén de los villanos habituales, que salen a colación en cuanta investigación -o escándalo- esté en curso aunque no es de rigor que estén involucrados, ahora incluyen nombres de personas que no tienen nada qué ver con la investigación de Odebrecht y, lo que es peor, no tienen cómo saber acerca de los sobornos.
Ese es el precio, sin embargo, de todos los silencios que ha guardado la Procuraduría General de la República (PGR) en su afán de evitar, según dice, que queden eslabones perdidos en el caso y no paguen todos los que deben.
La lentitud de sus indagatorias, sumada a la falta de rigurosidad y lo retorcida que suele ser la industria del rumor, ha dado pie a que muchos se den la tarea de hacer listas que andan pululando por todas partes porque, al final, somos tan ligeros que no nos detenemos a pensar en el daño que podemos hacerle a personas inocentes nombrándolas en una lista en la que no tienen que estar.

Por eso es inexplicable que leamos y escuchemos hablar de esas listas falaces en ciertos medios y que haya periodistas, abogados y prestantes que desinformen replicando falsas noticias que fastidian y confunden a muchos incautos.
El juicio, al parecer, anda muy escaso en este pedazo de isla en la que el circo se ha vuelto aburrido. ¿Cuándo actuaremos con seriedad? Los creadores de esas listas deben castigarse. ¿La honra de los demás se mancillará así sin más? No debería.