La esencia de los fantasmas es su inmaterialidad. Pueden tener nombre propio, personalidad jurídica y patrimonio social pero actúan solo por representación de personas reales que se identifican con el propósito y fines perseguidos conforme con sus intereses particulares. Odebrecht, por ejemplo.
Hay fantasmas en todo el orbe: en la política, gremios profesionales y sindicales, ONGs y hasta en deporte. Pero los llamados “fantasmas” tienen todos ellos una característica o denominador común: fascinan, ilusionan, cautivan, emboban a sus seguidores hasta que un día se desgarra su vestidura que los cubre y encubre, dejando traslucir, al desnudo, toda su falsía, su perfidia, la ambición desenfrenada, ególatra, de poderes y riquezas sin límite, sin pudor. De dominio absoluto.
Esos fantasmas son harto conocidos: “Por sus frutos os conoceréis.” La demagogia es su estampa, la mentira su pasión. En todo mienten, simulan, ocultan, engañan. Les resulta demasiado pesada la carga de la verdad, de la moral y la ética que encierra la palabra empeñada. Por eso mienten sin pudor, con descaro, con insolencia y osadía temeraria, colocándose por encima del bien y del mal, creyéndose sus propias mentiras bien hilvanadas, planificadas, contando con recursos y medios informativos que conocen el terreno que pisan y juegan su juego convencidos de que el poder lo puede todo, sobre todo en una democracia maltrecha, caricaturesca.
Así con un bonito discurso de libertad, bienestar y progreso, de orden y disciplina, de respeto institucional a la ley, a la autoridad, nos llega este nuevo fantasma, embajador de Trujillo “amado por muchos, odiado por otros, temidos por todos.” Lleva su nombre y su estirpe con orgullo: es un pura sangre: hijo de la hija mimada del Benefactor, sobrinito de Ramfis y Radhamés, nieto del Generalísimo Doctor Rafael Leónidas Trujillo Molina, la Satrapía del Caribe que encarna la dictadura más cruel, despótica, corrupta, brutal y asesina. Aspira ser Presidente de la República y logra adeptos con un discurso trasnochado que no le cuadra.
Con su bonito discurso, lleno de falsedades, siembra su mala semilla en tierra fértil de ilusiones. Obtiene un 18% de seguidores en la última encuesta Gallup, y calla un historial sombrío como lo revela otro Trujillo que reniega y se aleja de tanta perfidia haciendo honor a la verdad histórica.
La que bien saben quiénes desde el inicio no claudicaron y sufrieron persecución, cárcel, exilio; los valientes expedicionarios de la libertad de su pueblo, que encontraron la muerte jugándose la vida, siendo sin piedad torturados, asesinados; los héroes del 30 de mayo y familiares corriendo igual suerte; y los hijos de la Era que enterrados conocimos el silencio, el miedo, el terror, el caliesaje, la humillación, la deshonra. ¡Nadie debe olvidar lo que fuimos y lo que seremos si ese fantasma se asienta de nuevo.
Un nuevo fantasma asoma. Cuidado con el jueguito de la democracia. ¡Demasiado funesto y peligroso resulta para darle cabida!