Odio a esa sarta de
mentiras del bolero

Odio a esa sarta de <BR>mentiras del bolero

Probablemente su propósito es desacralizador, una transgresión frente a lo establecido por la costumbre en el país y en el continente porque, en vez de glorificar las letras del bolero, ella, a través de la voz narrativa, las cuestiona.

No sólo desprecia el sentimentalismo barato, el romanticismo degradado, el desmesurado encanto que provoca en determinadas clases sociales, sino también la visión masculina hacia la mujer, casi siempre maltratada por el varón machista y todopoderoso.

Quizá por eso Jeannette Miller no enaltece ese género musical bautizando su más reciente libro de cuentos con el título de uno de esos tormentosos y acibarados temas. Prefirió colocarse en la esquina contraria a la tan generalizada moda de autores dominicanos y   latinoamericanos  y lo llamó  “A mí no me gustan los boleros”.

Casi todos los personajes femeninos de este novedoso ejemplar de cuentos cortos aborrecen esa música lenta, pasional, a veces tierna, en ocasiones sufrida, que las atormentaba en el radio de la doméstica, el tocadiscos de la casa, la vellonera del salón.

Les parecía cursi y las ponía tristes, preferían bailar alegres merengues y pachangas que decían disfrutar. Por eso una de ellas saboreó tanto el final de “Yo no quiero piedra en mi camino”.

“No soportaba la música romántica, esa sarta de mentiras que uno sueña bailar  en una noche fresca con un galán oloroso a colonia que se te acerque lentamente como en las películas, te invite a bailar y poco a poco se te vaya pegando, te roce el oído y tú casi congelada de miedo, cediendo a la leve caricia de esos labios tibios que apenas te tocan, de aquella mejilla perfectamente rasurada que se aprieta contra la tuya, y el brazo fuerte rodeando tu cintura, dirigiendo una cadencia a la que te tienes que entregar, hasta que su muslo se mete entre tus piernas y sientes un calor que te marea”, expresaba la amante abandonada por Gabriel que apenas la buscaba en las noches de orfandad en que necesitaba tenerla a su disposición “como a una prostituta de barrio”.

Para ella el verdadero sexo no tenía los reparos de aquella música “meliflua y pegajosa”. Era “quitarse la ropa apresuradamente o desgarrarla y hacerlo rápido para salir de eso…”.

En estos 15 relatos dedicados a Marcio Veloz Maggiolo, “bolerista consumado”, gimen, sin embargo, las notas de “Y si mañana yo no pudiera volverte a ver”, “De mi pasado preguntan todos que cómo fue”, “Si no eres tú, yo no quiero que me hablen de amor”, “¿Dónde estabas tú cuando llegó el amor, a tocar    las puertas de mi corazón?…”

Y se evoca, en una serenata, “la voz llorosa de Miguelito Fabián: “Perdóname esta vez si estoy equivocado, enigmas del amor, jamás pude acertarlos…”.

¿Historias verosímiles?  Para quienes conocen a Jeannette, “A mí no me gustan los boleros” tiene cuentos que dan la idea de que son autobiográficos, como “El perdón” o “El cumpleaños de la abuela”. El primero luce tener referencias al sicario de su padre, asesinado y desaparecido durante el trujillato. Ley del karma, algo del más allá, encuentro con el espíritu del ser querido y la unión en una de dos almas que perdonan. El otro podría aludir a la abuela real, famosa soprano, aclamada diva “que hechizó el país con su voz coloratura que remedaba pajarillos y arroyos rumorosos”. Pero aquí la abuela se llama “Victoria”.

Son cuentos bien escritos, en el estilo vigoroso y contestatario de Jeannette, en los que se evidencia su postura ideológica, su antimachismo, verticales defensas feministas, condena a la mujer-objeto, por ejemplos.

Revela lugares y situaciones de la dictadura de Trujillo, de la represión balaguerista en los oprobiosos 12 años, del presente, patentizados en “Justo, la Ley” , en “Como cuando mataron  a Beatriz”.  Justo “vio unos pájaros grandes saliendo del agua… Y los pájaros tenían plumas verdes de distintos tonos. Y caminaban aplastados, como arrastrándose, hasta que al llegar a los matorrales se levantaron y cogieron cuerpos de personas… Él no se atrevió a sacar el machete porque los aparecidos llevaban unos jierros igualitos a los de los guardias del destacamento”.

Refleja  problemáticas sociales de este tiempo, vividas por Juan Ozuna que enloqueció por detenerse a presenciar la masacre de Palma Sola y que en su delirio creyó encontrar a su princesa Shaolin nacida en África, pero resultó ser una haitiana vividora y asesina que le dio un tumbe mortal para quitarle la chiripa.

El  hoy es también un reflejo en “Yesenia”, la chica “cool” de “Jet Set” y de la UASD, del celular rojo y brillante, de las uñas postizas y el peluche, los audífonos, el pelo azul marino y el “tá cool”.

Martina es la maestra en el arte de allantar a un viejo para sacarle un techo y que le mantenga los muchachos. Y ahí es donde la autora se empleó a fondo para encarnar a ese personaje tan generalizado en esta época donde el interés mercurial suplantó el amor verdadero. Martina es una gracia enseñándole a su patrona  que “así e’ la vida, que parece que ese viejo se lo mandó Dio”. “No ombe, doña, eso no tiene ciencia. Uno abre laj pierna  y se pone a contá… Lo importante e’ un hombre que resuelva…. Porque eso e’ así, doña, los hombre son como  loj animale…”.

Jeannette Miller ganó merecido éxito con la publicación, en 2002, de sus “Cuentos de mujeres” libro donde crea una galería de tipos femeninos interesantes y lo hace de una manera innovadora para el género.

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