Odio oficial a los monumentos

Odio oficial a los monumentos

Cada día los medios se hacen eco del horrible descuido que presentan los más diversos monumentos, los coloniales y los modernos, en que la falta de mantenimiento los tiene al borde de la desaparición, como ha ocurrido con aquellas empresas que fueron patrimonio de CORDE, hace unas cuantas décadas, después de la muerte de Trujillo.

Y el mejor epitafio a las edificaciones y maquinarias que alguna vez pertenecieron al Estado, fue publicada hace algunos días al anunciarse en pública subasta las chatarras de lo que fueron las maquinarias y estructuras de la Industria Nacional del Papel, de Villa Altagracia, que para la década de los 90 del siglo pasado, operaba precariamente.

Así mismo, el homenaje a la bandera hubo que hacerla en febrero en el parque Independencia, ya que la Plaza de la Bandera de la Luperón con 27 de Febrero está semi destruida, y casi abandonada, por la ancestral costumbre de falta de mantenimiento por parte de las instituciones oficiales.

La voz de Fray Antón de Montesinos se eleva con toda su energía en su abandonado enclave de la esquina del muelle de Santo Domingo, en que una estatua donada por el gobierno mejicano hace ya 30 años, fue descuidada casi de inmediato por las autoridades para convertirse en un antro de prostitución y una guarida de ladrones, como también lo estuvo por un tiempo la plaza que el gobierno venezolano donó en la Bolívar con Máximo Gómez, ahora al menos se presta un cuido que no impide ver el descuido de sus áreas exteriores.

La desidia oficial se extiende por toda la ciudad y por el país. Si se hace un inventario de lo que se ejecuta para proteger esos monumentos y edificaciones, que guardan tantos recuerdos para nuestra historia, nos encontraremos con la horrorosa situación de que casi todos están deteriorándose a ojos vista. Es que las autoridades responsables apenas miran hacia los mismos, aun cuando sus dependencias se encuentran en el entorno de esos hitos históricos o culturales.

Ya los jardines de la Plaza de la Cultura han dejado de ser una zona atrayente para caminar o descansar por el abandono de sus jardines y zona verde, que se agudiza por la interminable y prolongada remodelación de la Biblioteca Nacional y la instalación anual de las estructuras para celebrar la Feria del Libro, en que muchas de ellas permanecen de un año para el otro sin ser removidas.

La Ciudad Colonial es una cenicienta, que en brotes repentinos de acciones restauradores se le arropa con una frenética actividad para atender los problemas que no resisten más descuidos, en particular algunas edificaciones, que ni a los propietarios se les permite que lo restauren y se están desmoronado a la carrera. Tan solo el entorno a la Catedral, con su futuro Museo, se salva de la inercia de las autoridades para proporcionar el cuido adecuado. Y todo gracias al respeto que se le tiene a nuestro Cardenal, que no calla, y denuncia irresponsabilidades. De ahí que ese entorno del parque Colón se mantiene como una solera, que junto a la calle Las Damas, asegura que uno se olvide por momentos de como el resto colonial de la ciudad ovandina esté muy descuidado.

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